Comenzamos la semana con fe y determinación en el Templo de los Milagros, fortaleciendo nuestra comunión con Dios.
Las personas que están en la presencia de Dios ascienden no solo espiritualmente, sino también emocional, físicamente, etc.
Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. 2 Corintios 3:18
El Espíritu Santo es quien nos transforma de adentro hacia afuera. Pero para que eso ocurra, tenemos que sacarnos la máscara y ser sinceros.
Después de dejar claro que tenemos que ser la sal y la luz del mundo, Jesús nos enseñó que debemos obedecer Sus leyes.
No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla. Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 5:17-20
Los mandamientos de Dios tienen tres poderes: nos liberan, nos realizan y nos blindan.
Cuando obedecemos las leyes de Dios, nos volvemos personas disciplinadas, porque ellas nos educan y nos forman.
Dios quiere que seamos libres para que nadie venga a esclavizarnos. Por eso, tenemos que amar al prójimo tal como nos amamos a nosotros mismos.
Los mandamientos también nos blindan de los espíritus malignos y dominadores. Es decir, de todo lo que lidera Satanás: matar, robar y destruir.
Jesús vino a rescatarnos y restaurarnos a través del perdón y la misericordia. Él vino a cumplir lo que está escrito.
Dios no nos dio esas leyes para aparentar frente a otras personas, sino para que Lo sirvamos aún más.
Si desobedecemos y motivamos a otros a hacerlo también, estamos comprometiendo nuestra alma y el alma de otras personas.
Toda enseñanza se vuelve ineficaz e inservible si no la practicamos. Si realmente queremos ser salvos, tenemos que alumbrar en la vida de las personas.
Tenemos que escuchar más y hablar menos. Todo lo que hacemos, hasta las cosas más sencillas, son una ofrenda para Dios.
El ser humano comete el error de buscar la justicia por sus propios métodos, y ahí es cuando entra la injusticia.
Y sucederá que si obedeces diligentemente al Señor tu Dios, cuidando de cumplir todos sus mandamientos que yo te mando hoy, el Señor tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra (…) El Señor mandará que la bendición sea contigo en tus graneros y en todo aquello en que pongas tu mano, y te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da. Deuteronomio 28:1, 8
Tenemos que parar de mirar hacia atrás, ya que ni Dios puede cambiar el pasado. Fe es mirar para el presente y el futuro.