Obviamente, seguir caminando en la fe racional implica ir a contramano de las religiones, porque estas han ofrecido fe comprometida con emociones, que resulta en fanatismo. Como ejemplo de eso, tenemos las fiestas religiosas que en nada benefician a sus practicantes. Navidad, Semana Santa, el día del Santo fulano, etc. Fiestas puramente emotivas e interesadas desde el punto de vista comercial, que nada tienen de espiritual. ¿Qué tiene que ver la Navidad con la fe inteligente?
Si Jesús siempre existió, ¿por qué celebrar Su cumpleaños? ¿Qué suma eso a la vida de los cristianos? De hecho, es una fiesta maligna e injusta porque mientras algunos tienen como festejar, la mayoría no tiene qué comer. Sume a eso los numerosos suicidios que ocurren ese día debido a las frustraciones, incluso de la propia “fe”. ¿Y por qué sucede eso? Porque ese tipo de fe es puramente emotiva, por eso la figura del niño Jesús. ¡Pero Jesús no es niño! ¡Él es Dios, Autoexistente, Creador de los Cielos y de la Tierra!
En el lado opuesto de la fe emotiva está la fe racional. Esta es exigente y no se satisface sólo con oír hablar de Jesús, sino que quiere conocerlo personalmente. ¿Acaso Él no resucitó? ¿No está vivo? Entonces, ¿por qué no conocerlo personalmente? ¿Será mucho pedir a la fe racional, por lo menos, una única experiencia personal con Él? ¿Será que Él desea ser adorado sin ser conocido? ¡Eso no tiene sentido ni es inteligente!
Con suprema inteligencia Él creó seres inteligentes, personas que piensan y reconocen de forma racional Su grandeza y gloria, y entonces Lo adoran. “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23).
Dios rechaza cualquier tipo de adoración que no incluya la inteligencia. Adorar en espíritu es adorar de forma inteligente; es conocer a Quien se está dirigiendo la adoración y saber cómo hacerlo. Eso incluye raciocinio, intelecto, razón… o sea, ¡fe inteligente! Los que profesan fe emotiva, apenas sienten las emociones circunstanciales, siendo la música el temperamento de esa emoción. Por eso, no cuestionan, no cobran ni exigen conocer a Quien se adora. Sólo “adoran” lo desconocido. La fe inteligente se trata de la creencia en lo invisible.
En la búsqueda por medio de la oración y meditación en la Palabra de Dios, de respuestas para los diferentes tipos de problemas que afectan a la raza humana. Tal calidad de fe se rehúsa a aceptar los sufrimientos humanos como cruz, pruebas o cosas semejantes, pues, de acuerdo con su propia naturaleza divina, establece una indignación, haciendo posible la calidad de vida.
La fe inteligente sabe que su razón de ser es la salvación física y espiritual del ser humano. Y usa la capacidad del raciocinio para separarla de la fe emotiva. En ella hay discernimiento espiritual para afirmarse en las promesas de Dios. Si la fe natural, que incluye la ley de causa y efecto, produce beneficios naturales, imagine el ejercicio de la fe sobrenatural en las promesas de Dios. Imagine los beneficios de la fe sobrenatural practicada en Su compañía.
¡La fe no existe para que uno soporte dolor, sino para librarse de él! Ella tampoco está para sobrecargarse con reglas, obligaciones e imposiciones de creencias religiosas creadas por el arte y la imaginación humana. ¡No! La voluntad divina es que cada ser humano viva la vida plenamente por medio de la fe sobrenatural. Por eso Él garantiza: “Mas el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4). Eso significa que la persona pasa a ser considerada sin culpas, por la acción de su propia fe. Por causa de esa justificación ella pasa a tener derecho a la plenitud de la vida creada por Dios para Sus hijos.
En general, la mayoría de los religiosos están desinformados al respecto de este tipo de fe. Y a pesar de su creencia en Dios no han visto respuestas. Son personas sinceras, pero ciegas de entendimiento espiritual. Su práctica está fundamentada en la emoción y tradición. Y por eso entra en conflicto con la razón. Lo emocional siempre está en conflicto con lo racional. No cuestiona la fe. ¡Lo acepta como creencia y listo! Del cultivo de ese tipo de fe viene el fanatismo religioso, tan latente en el mundo. Si analizáramos la diferencia entre la calidad de vida de esa mayoría religiosa y de los ateos, estos últimos ciertamente llevan ventaja, porque sólo usan la inteligencia.
No sucede lo mismo entre los que practican la fe inteligente y las demás personas religiosas o ateas. La razón exige de la fe hechos sobrenaturales que la justifiquen. Y sólo la fe sobrenatural, inteligente y racional es capaz de corresponder ese anhelo. Pero la fe natural no satisface a los anhelos de la razón, ni se preocupa con eso, porque desde el punto de vista espiritual, la fe no se discute.