“Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás. No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.” (Apocalipsis 2:8-11).
Aunque Esmirna fuese una rica ciudad comercial de Asia Menor, la iglesia cristiana que había en ella era pobre y perseguida, Esmirna significa “mirra”, y también “amargura”. En el Antiguo Testamento, la mirra debía primero ser triturada, para que después pudiera ofrecerse como aroma agradable sobre el altar del incienso que era de oro. El sufrimiento por el martirio era una característica de la iglesia en Esmirna, porque su fundador Policarpo, llegó al punto de ser quemado vivo sobre el monte llamado Pagus. En aquel momento, le ofrecieron la libertad si maldecía al Señor Jesús, pero él respondió: “Hace ochenta y seis años que sirvo al Señor y Él solo me ha hecho bien. ¿Cómo podría ahora maldecirlo, siendo Él mi Señor y Salvador?”
Más tarde en aquel mismo monte, aproximadamente 1500 cristianos fueron ejecutados y un tiempo después, fueron 800 más. Esa misma historia se ha repetido a lo largo de los siglos. No más por parte de los emperadores políticos, sino religiosos. Todas las veces que el cristiano evangélico avanzó en Europa, de inmediato surgió un plan diabólico, por parte de los líderes religiosos, a fin de impedirlo por la fuerza, la violencia y la crueldad.
Fue así que nació la inquisición en España, en los siglos XVI y XVII; la masacre de la noche de San Bartolomé, en Francia, en 1572; en Bohemia, en el 1600; en Austria, en Hungría, en Polonia, en Inglaterra y en muchas otras naciones. La historia registra que en las persecuciones a los evangélicos cerca de 68 millones de personas fueron martirizadas. Diez veces más que el número de judíos asesinados en la Segunda Guerra Mundial. Y todos esos cristianos podrían haber sobrevivido si tan solo hubieran negado la fe en el Señor Jesucristo y se hubiesen sometido a la autoridad de aquel que se juzgaba ser el líder religioso de todo el mundo, considerado por sus seguidores incluso como infalible.
En lugar de conocimiento de las obras de la iglesia de Éfeso, el Señor Jesús Se dirige a la iglesia de Esmirna diciendo: “Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.” (Apocalipsis 2:9).
Veamos entonces las características de esta iglesia:
– Tribulación.
– Pobreza material.
– Riqueza espiritual.
Es interesante notar que la iglesia de Éfeso presentó obras y fue censurada, mientras que la de Esmirna aparentemente no presentó obras, y no fue censurada, ¿por qué? Porque Éfeso caracterizaba la cantidad y Esmirna la calidad. Esmirna estaba siendo triturada por la persecución, y, sin querer, sus perseguidores hacían que la misma presente una mayor calidad de obra, es decir, ¡su carácter y su fidelidad al Señor Jesucristo! El hecho de que ella haya soportado todo tipo de tribulación perfeccionaba su testimonio del Señor. Su actividad fue similar a la del Señor Jesús, que realizó la obra más grande, dejando la acción a cargo de los enemigos. Cuando Él comenzó Su mayor obra, les dijo a los que fueron a arrestarlo: “Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra Mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.” (Lucas 22:53)
Y extendiendo Sus manos, dejó que Lo arrestaran. Ante Pilato, Él dijo: “…Ninguna autoridad tendrías contra Mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti Me ha entregado, mayor pecado tiene.” (Juan 19:11). Por lo tanto, la acción, fue entregada a Pilato, para que el Señor Jesús pudiera realizar la obra más grande.
Sabemos lo difícil que es permitir la acción de la injusticia, pero debemos aprender a hacer esto, para que podamos ser instrumentos para algo más grande. Debemos dejar que nos quiten la iniciativa, la capacidad de actuar, de defendernos, para que nuestro Señor tenga la iniciativa de actuar y de defendernos.
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