Recientemente se dieron a conocer casos que reflejan una realidad innegable: vivimos en una sociedad violenta. Es cierto que cada persona tiene su propia historia y las razones por las que acciona como lo hace. De todos modos, es necesario pensar que los incidentes que se repiten constantemente muestran que algo está fallando.
Uno de los que llamó la atención fue el caso del taxista que se involucró en un conflicto con otro automovilista. En las imágenes que difundió Infobae se lo observó agrediéndolo durante una pelea feroz, en la que el segundo salió damnificado. El taxista se trenzó en la violencia sin pensar que viajaba junto a su mujer y a su hija. Tras chocar con la parte trasera de su vehículo al Chevrolet Corsa, huyó del lugar.
Sin piedad
Algunos viven tan livianamente que perdieron el respeto por el otro y la consideración por la vida humana. Se dejan llevar por el momento, sin pensarlo dos veces. Como un conductor, que, según testigos jugaba una picada. Él iba a contramano y embistió a una pareja que viajaba en una moto. Aunque intentaron evadirlo, uno de ellos murió y su novia está grave.
El conductor quedó demorado sólo 30 minutos y como si fuera una burla, decidió postear su estancia en la comisaría; sin hacer referencia del por qué estaba allí.
Una madrugada violenta
Para muchos, cada día se vuelve más difícil mantener la cordura. La ansiedad crece, los problemas se multiplican, vivir mejor parece algo imposible. A pesar de todo, algunas reacciones no tienen explicación.
“¡Sacá foto, gordo…! ¡Gordo…!”, así le gritaba un hombre a un colectivero; en la esquina de Pueyrredón y Tucumán, en Balvanera. Al parecer, el conductor fue quien lo filmó.
Eso pasó después de que se bajara de un vehículo gris. Luego de esa escena, todo fue destrozos. Primero con una mano, luego agarró un palo y la situación se hizo imposible de contener. Como resultado, los espejos retrovisores fueron rotos a palazos. Cuando terminó, el agresor caminó hasta su auto, guardó el palo, se subió a su vehículo y se fue.
Lo único que nos queda es evaluar la manera en que estamos lidiando con las emociones. Cómo hemos accionado ante la agresión, si somos capaces de controlar nuestros impulsos. Si no, es tiempo que pensemos qué es lo que no está funcionando y qué decisiones son las que nos están perjudicando.
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