Sin el respaldo científico de hoy, los antiguos hebreos ya notaban en su salud los efectos de la ingesta excesiva de azúcar
“Comer mucha miel no es bueno, ni el buscar la propia gloria es gloria”,
(Proverbios 25:27).
Salomón, en uno de sus consejos sabios muestra que la Palabra Sagrada, por más que no tuvieran aún el respaldo científico, alerta sobre los daños que el consumo excesivo o irresponsable de algunos alimentos producen en el organismo. El rey mostraba, en una analogía brillante que la gloria puede ser dulce y agradable, pero no es beneficiosa cuando es el objetivo, al contrario de la gloria de Dios.
La cultura de los antiguos hebreos estaba completamente unida a la vida espiritual en todos los aspectos, y entre ellos estaba la salud.
Consejos sobre higiene y salud eran órdenes venidas de Dios, y la calidad de vida era siempre un objetivo muy importante, perseguido a diario. La alimentación era controlada, y quien seguía los preceptos de los sacerdotes en cuanto al consumo gozaba de buena salud. Salomón no usó el ejemplo de la miel porque sí. Tenía información en la cual se basó para crear el proverbio. Constató hace milenios, lo que cualquier médico sabe: la miel era el azúcar de ese momento, y el azúcar causa serios problemas a la salud, como la diabetes.
Consumir alimentos ricos en carbohidratos en exceso como harinas y dulces en distintas formas, entre otros, causa el estímulo de la producción de insulina por el páncreas, lo que aumenta los riesgos de padecer diabetes. Con más chances en personas sedentarias y a partir de la mediana edad, con consecuencias como el estrés y la obesidad, para citar solamente algunos entre tantas desagradables y fatales. Una buena alimentación hace que el estímulo para la producción de insulina se de en niveles normales para el organismo.
Genética y dieta
La diabetes es hereditaria debido a un carácter genético recesivo presente en alrededor del 20% de la población mundial. Pero los hábitos alimenticios son los que determinan la manifestación de la enfermedad que, cuando es controlada y acompañada por el médico, permite un estilo de vida prácticamente normal.
La diabetes tipo 2 puede tener como disparador una dieta mal planeada y al sedentarismo, y también es favorecida por el avance de la edad. En los tiempos bíblicos, la miel y los derivados del trigo eran fuentes de carbohidratos muy presentes en lo cotidiano. Pero esa presencia se intensificó con la llegada de los alimentos industrializados. Fue mucho más fácil consumir azúcar en exceso, dada la enorme facilidad para adquirir golosinas como caramelos, dulces, panes, biscochos y gaseosas.
Hablando de gaseosas y otras bebidas dulces industrializadas (incluidas las chocolatadas), podemos decir que son la miel de los tiempos modernos. Una lata de gaseosa de 350 ml, por ejemplo, contiene un equivalente de 10 cucharadas de azúcar, sumando 150 calorías. Es como si la persona consumiera de una vez todo lo que puede consumir de azúcar a lo largo de todo un día. Lo ideal, según la Organización Mundial para la Salud (OMS), el azúcar compone solamente el 10% de la cantidad total de calorías que son consumidas a diario.
Para tener una idea, vea los niveles aconsejados por la OMS para adultos de tamaño y peso considerados normales: las mujeres deben consumir un máximo de 100 calorías provenientes del azúcar, mientras que para los hombres son 150. Quien toma una simple lata de gaseosa ya consume casi eso, y quien toma dos ya pasó el nivel aceptable. La dieta diaria, considerando todo tipo de alimentos, y no solo carbohidratos, es de aproximadamente 2.5 mil calorías.
Otra cosa: si 350 ml de gaseosa son demasiado para el cuerpo de un adulto, ¿qué decir de un niño? Claro que, en cantidades razonables, las golosinas pueden ser consumidas con placer. Solo que las proporciones disponibles en el mercado son, muchas veces, exageradas. El buen sentido continúa siendo útil para los padres responsables, un factor que hará la diferencia para toda la vida del niño.
Regresando a la Biblia, es tan interesante el hecho de que el pueblo supiera que “comer demasiada miel no es bueno”. Esa fue la estrategia de Dios en cuanto a la alimentación y la salud cuando los hebreos, libres, salieran de Egipto y viajaran por el desierto rumbo a la Tierra Prometida.
Si hoy tenemos a nuestra disposición academias, aparatos, médicos y nutricionistas – y la mayoría de las veces tenemos que pagar caro por todo eso -, el Señor hizo que el pueblo viajara y, al mismo tiempo, cuidara de su salud satisfaciendo requisitos básicos, como muestra el libro de Éxodo. La mayor parte del viaje fue realizada a pie. Él hace a las personas caminar – ejercicio diario. Almacenaban y tomaban agua pura, además caminaban bajo la sombra que Él les proveía, lo que favorecía la eliminación de líquidos corporales – hidratación correcta. Dios les proporcionó como alimento maná, frutas del desierto y carne de aves – dieta liviana y equilibrada, que proporcionaba buena salud y disposición para la larga caminata.
Hoy, con tanta información al alcance de la mano, además de la presencia de los recursos de salud citados (ejercicios, profesionales de la salud, etc.), nos alimentamos de forma equivocada y perjudicamos nuestra salud todos los días. Mientras que los antiguos hebreos cuidaban tan bien de su salud, simplemente porque obedecían a Dios en lo cotidiano.
¿Quieres más? Síguenos y comparte nuestra pagina en Facebook