Todo bien: el amor es importante. Es un ingrediente imprescindible en el matrimonio. Pero él no viene solo en la ecuación para alcanzar la felicidad conyugal. Si usted piensa que estamos hablando de la vida económica del matrimonio, acertó. El dinero es tan importante en una familia que muchas veces es el factor crucial para su plenitud o su ruina. Entonces, ¿cómo enfrentar la economía ahora que lo que es “mío” se convirtió en “nuestro”?
Para empezar, el comienzo del matrimonio está marcado por grandes emociones. Y es en ellas que reside un gran peligro: creer que los sentimientos por sí solos bastan. No hay nada de malo en estar de acuerdo con esa fase, pero con los pies en el suelo, advierte el educador financiero Ricardo Pereira. “Ser muy emotivo, tanto en el comienzo del matrimonio como después, conduce a muchos errores. Una pareja toma decisiones en conjunto y todo debe ser pesado para llegar a ellas, con atención en todos los detalles, inclusive el dinero, para que la nueva familia tenga calidad de vida”, orienta.
Pasada esa fase inicial de romanticismo en el noviazgo – que no es mala, si se disfruta con inteligencia -, es necesario partir para el lado más práctico. “No puede decir ‘no sabía’ que construir una familia significaría gastos”, señala Pereira. “El dinero tiene el poder de transformar la relación, dependiendo de cómo sea administrado. El consultor financiero y escritor Gustavo Cerbasi relató en uno de sus libros que el 80% de los divorcios, por ejemplo, ocurren por motivos económicos. Lamentablemente procede, porque muchas parejas piensan que cuando la economía va mal el amor queda en segundo plano”, dice Pereira.
No hay una fórmula
Entonces, ¿cómo proceder para administrar la economía de a dos? Primero, cada pareja debe conversar bastante y desarrollar una estrategia que funcione para la misma, según Pereira. Para él, “el dinero no puede ser motivo de conflicto, que puede llevar al divorcio”. Él dijo que no hay una fórmula única que sirva para todas las familias y, por eso, es necesario examinar la realidad de cada una de ellas.
Es necesario conversar con mucha franqueza sobre las perspectivas económicas de los dos miembros de la pareja. Pereira detalla que “se debe detallar como cada uno lidia con el dinero. Si la administración puede hacerse de una forma integrada, la misma puede funcionar muy bien, desde que toda la información esté alineada, uno sabiendo lo que el otro hace y de ahí viven las providencias, como la cuenta conjunta en el banco, las inversiones, todo”. Pero para algunas parejas funciona mejor cuando cada persona cuida su dinero. Pereira no considera eso malo. “Desde que, incluso con cuentas separadas, siempre haya el diálogo que mencionamos”, aclara. El especialista cita otro aspecto a ser evaluado: no hay nada de malo cuando solo uno de los dos administra los bienes y el dinero de la familia, si él tiene más habilidad. “Pero esa persona no puede concentrar solo en ella todas las decisiones sin discutirlas con su cónyuge y dejarlo de lado, sin participar”, aconseja.
“Infidelidad económica”
Sea una cuenta conjunta, sea individual, sea uno solo o los dos administrando, existen los objetivos en común, lo que exige transparencia en el trato económico. “Existe un término llamado ‘infidelidad económica’ entre un matrimonio. Ella sucede cuando uno no sabe exactamente lo que el otro hace con el dinero, sea solo el de él o de los dos”, explica Pereira. Él da el consejo de oro: sentarse para conversar periódicamente. “Hay parejas que tienen una conversación semanal para discutir cada aspecto del dinero y de los bienes de la familia: lo que entra, lo que sale, cuánto dará cada uno para pagar las cuentas, cuánto cada uno tendrá para uso personal, en lo que es necesario gastar, cuánto invertir, cuánto rindieron las inversiones, etc. Es importante también incluir en la conversación los sueños, los objetivos, todos los aspectos positivos y no solo los negativos. Otros hacen eso mensualmente porque tienen menos tiempo. Es necesario ver qué periodicidad es mejor para cada pareja”, cita. Sin embargo, aborda un peligro: dejar eso siempre para después o ni hacer la reunión. “La realidad tiene que mostrarse, no puede decir que ‘no sabía’ de una deuda, por ejemplo, hasta que sea demasiado tarde”. Para él, esa conversación no puede ser vista como un tabú, como algo que solo sucede cuando hay algo malo que tiene que ser discutido. “Debe ser algo normal, natural”, afirma.
¿Y cuando llegan los hijos?
Para algunas parejas, todo cambia cuando los hijos llegan. “Eso cambia todo”, avisa Pereira. Y aprovecha para destacar que “decidir tener un hijo también no es algo que debe suceder movido por la emoción, por pura voluntad de ser padre o madre. Eso va a cambiar la manera como el dinero, el tiempo y el trabajo son administrados e incluso las vida de las personas cercanas. Una pareja debe evaluar mucho sobre la economía y si la misma será suficiente para que tener un hijo no se convierta en sinónimo de deudas”, analiza. Vale la pena recordar: gasto es una cosa, deuda es otra. La primera, si es bien administrada, no se convertirá en la segunda.
Si la decisión de la pareja fuera tener hijos, ¿cómo hacer para que ellos también participen de la planificación económica de la familia? El especialista responde: “si un niño ve a sus padres reunirse para ver cómo va la economía y para tomar las decisiones juntos, eso queda en su mente, es una experiencia muy útil futuramente, en su vida adulta”, relata. Los niños están todo el tiempo conectados a lo que sucede a su alrededor y se dan cuenta cuando los padres dicen una cosa y hacen otra. “Viendo al padre y a la madre administrando la economía y actuando de forma inteligente, eficiente, de acuerdo a la realidad de la familia y no conforme a las presiones sociales, tratar sobre el dinero también será para el hijo algo natural que él hará cuando comience a administrar su mensualidad, por ejemplo. Hay algo que está muy claro: los ejemplos de los padres hablarán más alto que las meras palabras”, finaliza el educador financiero.
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