Cuando Dios vio que Lea era despreciada, le permitió concebir a un niño, a quien llamaron Rubén. Por ser el hijo mayor de Jacob, recibiría la bendición de la primogenitura. Sin embargo, su desprecio a Dios le hizo perder ese derecho a la bendición.
Rubén tenía cualidades notables. Su padre lo consideraba el más excelente en dignidad y poder, era impetuoso como las aguas (Génesis 49:3-4).
En dos momentos descriptos en el libro de Génesis podemos observar lo mucho que Rubén quería el bien de su familia: cuando sus hermanos tramaron la muerte de José, él intercedió para salvarlo de la envidia de los hermanos:
“Y dijeron el uno al otro: he aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre.” Génesis 37:19-22
Y, posteriormente, cuando se mostró dispuesto a perder a sus propios hijos como garantía de recuperar al hermano menor, Benjamín, sucedió lo siguiente:
“Y Rubén habló a su padre, diciendo: harás morir a mis dos hijos, si no te lo devuelvo; entrégalo en mi mano, que yo lo devolveré a ti.” Génesis 42:37
No obstante, sus cualidades no fueron suficientes para que él venciera la pasión por Bilha, la concubina de su padre:
“Aconteció que cuando moraba Israel en aquella tierra, fue Rubén y durmió con Bilha la concubina de su padre; lo cual llegó a saber Israel…” Génesis 35:22
El hijo más excelente de Jacob, con esta actitud, despreciaba su valor. Mejor dicho, en dos oportunidades Jacob, ahora Israel, vio a personas de su familia que despreciaron la bendición de la primogenitura. La primera vez, a su hermano Esaú y ahora a su propio hijo.
Rubén solo se dio cuenta del desatino que había cometido cuando escuchó lo que su padre le dijo, al reunir a sus hijos para bendecirlos:
“Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; principal en dignidad, principal en poder. Impetuoso como las aguas, no serás el principal, por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste, subiendo a mi estrado” Génesis 49:3-4
Cuando Rubén subió al lecho de su propio padre, y se acostó con la concubina de Jacob, no consideró la honra de Israel. Su excelencia se perdió en ese entonces.
Resista
Traiga este hecho a los días de hoy: ¿cuántos hombres y mujeres, excelentes en su fe, perdieron todo por no resistir a un deseo del corazón? Sus ojos codiciaron algo o a alguien y cayeron en la propia carnalidad, sin al menos pensar en todo lo despreciaban.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” 1 Corintios 10:13
El obispo Edir Macedo explica en sus anotaciones de fe que se engaña quien pone la culpa en su humanidad para justificar sus errores y debilidades, argumentando que Dios “sabe y entiende”.
“La tentación que nos sobreviene es evaluada por Dios y permitida dentro de un grado y un límite que el justo pueda resistir. Aquellos que ceden y caen lo hacen porque dejaron de creer y de depender del propio Dios”, resaltó.
De pronto, usted está a punto de cometer una locura a causa de una pasión. Deténgase e intente pensar en medio de toda esta “ceguera”: ¿tiene idea de lo que está a punto de perder? Todo lo que Dios le ha concedido, todo el valor que Él le ha dado ¿no vale absolutamente nada?
Todo lo que usted construyó hasta ahora será arrojado al viento a causa de algunos miserables momentos de placer sin Dios.
La vida cristiana nunca será exenta de luchas y tentaciones. Sin embargo, nunca enfrentaremos una situación que no seamos capaces de soportar y vencer, porque tenemos un Señor fiel y justo que no lo permitirá.
No quiera el mismo fin de Rubén. Resista y siga siendo honrado y excelente delante de Dios y de los hombres.
La más excelente honra
Tener la plenitud de la presencia del Altísimo, que hace morada en nuestro interior, es la más excelente honra que un ser humano puede recibir. El “Ayuno de Daniel” para el avivamiento del Espíritu Santo es una excelente oportunidad tanto para aquellos que todavía no fueron bautizados en el Santo Espíritu como para los que ya lo fueron, pero desean desarrollar su intimidad con Dios.
El propósito tuvo inicio el 19 de mayo y será hasta el 9 de junio. El cierre será el día de Pentecostés con el derramamiento del Espíritu Santo, directamente desde el Cenáculo de Jerusalén. Si usted desea ese avivamiento espiritual, participe de las reuniones que se realizan en el Templo de la Fe, o en una Universal más cercana a su domicilio.