¿Cómo es posible… amar a Alguien desconocido? ¿Seguir y servir a ese Ser desconocido? ¿Tener la fe del Espíritu de la Fe y no conocerlo en toda Su Plenitud?
El Espíritu de Dios es el Sustituto del Señor Jesús en la Tierra. De la misma forma en que Jesús guió, orientó y guardó a Sus discípulos, también Su Espíritu lo hace con Sus seguidores hoy en día.
De hecho, no hay cómo amarlo, seguirlo y servirlo sin conocerlo. ¡Ese es el trabajo del Espíritu de Dios! Solo Él es capaz de revelarnos y presentarnos al Señor Jesús.
Pero ahí surge un interrogante: ¿qué hacer para que el Espíritu Santo realice esa obra en mí?
Querer conocerlo más que cualquier otro deseo en este mundo.
Fue lo que sucedió con Zaqueo. Él era el jefe de los ladrones, avaro, egoísta, en fin, lo que tenía de bajito lo tenía de pecador.
Pero eso no le impidió conocer a Jesús e incluso recibirlo en su casa. ¿Por qué?
A pesar de estar cubierto de pecados, aun así Zaqueo realmente quería conocer al Señor Jesús.
Ese querer fue suficiente para ser llamado, escogido, y sentarse a la mesa con el Señor Jesús.
“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.”, (Apocalipsis 19:9).
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