Lo importante en un árbol no es su apariencia exterior, cuando está lleno de hojas y frutos. Sino que su valor está en sus raíces, es decir, no aparece, porque permanece dentro de la tierra.
Y encima, al menos una vez al año, en cierta estación, ese árbol sufrirá algún tipo de cambio, con la pérdida de las hojas y un período sin mostrar sus frutos.
Sin embargo, debido a sus fuertes raíces, volverá a ser el árbol que siempre fue, y ni el tiempo podrá cambiarlo.
En nuestra vida, algunas veces, seremos como ese árbol.
En los momentos de conquistas, atraeremos las miradas de admiración. Pero, con la llegada de la “estación desierto” (con las pérdidas, la caída de cierto estatus, etc.), otros tipos de miradas y cuestionamientos podrán surgir.
Entonces, ¿cómo lidiar con una situación que podrá causar un poco de incomodidad? ¡Es simple!
Si sus raíces permanecen en la corriente, que es el Espíritu Santo, en la “estación del Altísimo”, ¡Él le honrará!
“Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de la sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” Jeremías 17:7-8
Si usted confía, incluso en el período de sequía, ¡dará fruto!