Las mujeres tenemos una gran capacidad para cuidar, proteger y servir. Tenemos el deseo de ayudar para que todo marche bien en la vida de los que amamos. Y hay muchas maneras de hacer eso, sin embargo, algunas, aunque son bienintencionadas, terminan causando el efecto contrario y alejando a las personas.
Algunas no miden sus palabras y juzgan precipitadamente pensando que la solución a todos los problemas es solamente seguir los consejos que dan. Con su comportamiento hacen que sus familiares y amigos las consideren mujeres abusivas y entrometidas.
Hay momentos difíciles y situaciones delicadas que suceden en lo cotidiano, es allí que una mujer empeñada en ayudar puede hacer la diferencia para contribuir a la resolución del problema. Ese empeño va mucho más allá de decir “si me necesitas, estoy aquí” o “te dije que eso sucedería, intenté ayudarte y no me escuchaste”. Pequeños gestos de amor, consejos dados sin ese aire de condenación y hasta su buen humor pueden ser la ayuda que sus seres queridos necesitan para superar un momento crítico.
Para la profesora Erika Santos esa superación sucedió a través del ejemplo de su hermana, Ingrid Fausto. “Estaba viviendo uno de los momentos más difíciles de mi vida, tenía un estado depresivo profundo. Muchas personas me veían como un peso, querían que reaccionara, pero sin intentar comprender lo que yo estaba viviendo”, cuenta Erika.
Ingrid, que siempre fue conocida por su buen humor y simpatía mostró que el deseo de hacer la diferencia en la vida de su hermana iba mucho más allá que las simples palabras. “Necesitaba hacer por ella lo que me gustaría que hicieran por mí si estuviera en esa situación. Desarrollé mi capacidad de escuchar más y respeté el momento por el que ella estaba pasando. Mi buen humor le daba ánimo, me dediqué a atenderla y eso hizo toda la diferencia”, revela.
Erika pensó muchas veces en desistir durante esa etapa, pero la actitud de su hermana la ayudó bastante.
Ingrid dejó de lado sus propios intereses para ayudar a su hermana, Erika tenía que estar segura de que contaba con ella aunque fuese tan solo para oírla. La recompensa fue ver a su hermana bien, sonriendo nuevamente y a la familia unida.
En esta historia podemos comprobar que el comportamiento de una hizo la diferencia en la vida de la otra. Las actitudes sinceras, escuchar más, dedicarse a ayudar en el momento que se lo necesita y compartir alegría hacen una diferencia positiva en cualquier situación.
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