¿Usted ya se detuvo a pensar qué es honrar a alguien?
Honrar es destacar a esa persona en su vida. Ella tiene privilegios que ninguna otra tendrá y es tratada con tal distinción de las demás. Todo eso motivado por el profundo respeto y admiración que usted tiene hacia ella. Y, para honrarla, usted está dispuesto a hacer los debidos sacrificios.
Para honrar a sus padres, por ejemplo, usted pondrá en práctica las enseñanzas que ellos le transmitirán a usted. Será un hijo trabajador, vivirá con dignidad y de manera que no los avergüence.
Los padres son dos entre tantas personas que debemos honrar. Incluso debemos honrarnos a nosotros mismos. Pero existe Alguien que es El Único digno de toda honra:
“Y amarás al SEÑOR tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” (Deuteronomio 6:5).
Pero usted puede pensar: “¿qué tiene que ver el amar de esa manera descrita en el versículo bíblico con honrar a Dios como Él se merece?” Tienen todo que ver.
Amar a alguien es la mayor honra que se puede recibir o dar. Dios nos amó de tal manera que dio a Su Único Hijo para salvarnos (Juan 3:16). Sin embargo, el amor que se pide aquí no es el que el mundo está acostumbrado a vivir, el amor que se “siente”, sino el amor que hace lo que fuera necesario, con el fin de agradar a la persona amada. No estamos refiriéndonos aquí a “locuras de amor”, sino a hacer lo que es correcto (si bien, en el mundo en el que estamos, eso no deja de ser un cierto tipo de locura).
Amar a Dios es guardar Sus mandamientos. Guardar Sus mandamientos no es mantener la Biblia cerrada bajo siete llaves en una caja, sino mantenerla en el corazón y en los pensamientos, para practicarla todo el tiempo.
Y Dios considera tanto a quien vive por ese principio que el propio Señor Jesús dijo que quien así lo hiciera tendría la honra de ser amado por Él y por Dios, y Ambos harían de esa persona Su morada, y vivirían con esa persona:
“Respondió Jesús y le dijo: El que Me ama, Mi Palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:23).
Dios toma muy en serio la manera cómo es tratado:
“…Yo honraré a los que Me honran, y los que Me desprecian serán tenidos en poco.” (1 Samuel 2:30)
Dejar de honrarlo es la mayor tristeza que una persona puede vivir.
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