Fin de año. Muchas personas vienen con las llamadas “resoluciones de Año Nuevo”, que, muchas veces, duran menos que los efectos de la cena de Año Nuevo. Con luces allá afuera, puede abastecerse con comida y bebida o tomar un descanso para pensar en los rumbos que está tomando en la vida, los cuales determinarán su futuro a corto, mediano y largo plazo.
Por supuesto, fraternizar con los seres queridos es importante, pero estamos en el último mes del año y el autoanálisis puede (y debe) hacerse cualquier día, siempre y cuando lo haga en serio. La vieja estrategia de tomar una hoja de papel (una tableta, un teléfono celular o una computadora portátil) y hacer una lista de realizaciones y anhelos es muy eficaz cuando la actitud pasa del papel a la acción. Para eso, es esencial que usted se plantee tres preguntas:
1) ¿Qué he hecho que ha funcionado y debo seguir haciendo?
El “no se cambia al equipo que está ganando” entra al campo. ¿Es así? No siempre. Por supuesto, las actitudes que den buenos frutos deben mantenerse, sin embargo, es necesario tener cuidado para no caer en la zona de confort. ¿Quién dijo que lo que está bien no puede mejorar?
2) ¿Qué he hecho que no ha funcionado y debo dejar de hacer?
Acá entran varias cuestiones. Las estrategias que no dan resultados deben revisarse. Enfrentar los problemas de cada día en el trabajo, la economía, las relaciones amorosas, el mantenimiento de la familia y todo lo demás cansa al hombre hasta el punto en que lo deja todo de lado, y llega a la inactividad total. Actúe antes de que este gran peligro suceda. Un hombre que es hombre tiene una vida abundante y funciona, no es un vegetal. En este aspecto también entran los vicios de cualquier tipo, que entorpecen y destruyen vidas, la suya y la de sus seres queridos.
3) ¿Qué no he hecho y debería empezar a hacer?
Muchas personas lo saben: el gimnasio que se va quedando atrás (a veces incluso se anota, pero casi nunca va), dejar de comer comida chatarra, el hábito de no ahorrar, el diálogo con la persona amada que nunca se da. Son tantas cosas que ni siquiera entrarían en esta o en ninguna otra página.
La palabra clave es disciplina. Lea “hacer lo que debe hacerse, no solo lo que se quiere hacer”. Lo que un hombre hace ahora producirá frutos, por más que él no piense en eso. El dinero ahorrado hoy lo puede salvar en una emergencia mañana, o incluso evitarla. La comida saludable, en lugar de un asado exagerado, da como resultado unos pocos años más de vida. No mirar a la mujer insinuante de la calle le dará una tranquilidad y una conciencia liviana que no tienen precio. Conversar con su esposa para limar las asperezas resultará en un hogar de verdad, en lugar de una familia de apariencia. El deseo de rendirse aparecerá, no se ilusione, pero debe combatirse.
¿Y Dios? ¿Cómo está Él en su vida? Mejor dicho, ¿Él está ahí? ¿Usted se ha sometido a Él, entregó de verdad su vida como un todo y ha seguido Sus instrucciones a través del Espíritu Santo? Este aspecto por sí solo influye en todos los demás, sin excepción. Si este realmente está bien, es imposible que los demás no lo estén.
Así es, amigo mío, lo que diferencia a un hombre de un animal es precisamente su capacidad de pensar. Cada uno determina a qué especie pertenece. Un “feliz pensamiento nuevo”, en lugar de un “feliz Año Nuevo”, le traerá resultados mucho mejores que solo desear cosas buenas y quedarse de brazos cruzados, dejando la responsabilidad en manos de un mensaje frívolo escrito en cualquier tarjeta recibida por correo o en Internet.