Muchos caídos están postrados y desanimados en la fe. Volver a la iglesia se vuelve aún más difícil por las voces malignas que las preocupan acerca de los que otros van a decir o pensar sobre su regreso. Creen que los verán como fracasados, terminan convenciéndose que es mejor leer la Biblia y seguir a Jesús desde sus casas sin tener que sufrir las críticas y las miradas de menosprecio.Eso es lo que el mal desea, porque cuanto más se aísla el cristiano de la comunión en la iglesia, más vulnerable está a los ataques del diablo.
Todo comienza de a poco: un día lee la Biblia y al siguiente se olvida. Un día ora con fervor al otro no tanto. Pasará el tiempo y sin darse cuenta irá cambiando la práctica de la fe por cosas “más emocionantes”. Así, cuando menos lo espera, su llama estará completamente apagada.
A título de ejemplo, cuando era joven me apasioné por una joven de la iglesia. Me puse de novio y llegamos a hacer planes de casamiento, pero, después de un tiempo, descubrí que no era la voluntad de Dios y terminé el noviazgo. Por supuesto, tuve que enfrentar las críticas y supe lo que era tener ojos juzgándome y no fue fácil.
A pesar de todo, continué firme en la iglesia, ya que mi salvación era la que estaba en juego y necesitaba mantenerme junto al brasero (Proverbios 26:20).
A veces Dios permite que seamos humillados para que no estemos orgullosos de nuestra fe. Si este es su caso, dé gracias a Dios por las humillaciones y siga adelante. Porque los humillados, a su tiempo, serán exaltados, (Mateo 23:12).
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