En estos tiempos de incertidumbre económica, hay formas de hacer que el dinero se multiplique. La clave está en no dejarlo quieto.
Como la inflación atenta contra el ahorro, hoy podemos tener cierta cantidad guardada y en unos meses haber perdido una importante capacidad de compra.
La pregunta es ¿cómo hago para que mis billetes le ganen a la inflación? Una buena alternativa son los plazos fijos. En los últimos tiempos las empresas, los grandes inversores y los organismos públicos empezaron a depositar su efectivo en plazos fijos. Atrás quedó el miedo al “corralito”, que tanto marcó a los argentinos, que ahora vuelven a confiar en los bancos para hacer rendir el dinero.
Para que podamos darnos una idea, en enero los bancos locales tenían $295 800 millones depositados en plazos fijos, mientras que al cerrar febrero las cifras subieron a $336 200 millones.
Entonces, si usted tiene dinero ahorrado, la mejor opción en estos tiempos es colocarlo en un plazo fijo a 60 días, con una tasa de interés razonable. Si, por ejemplo, deposita $10 000, en 60 días tendrá disponibles alrededor de $10 400, con una tasa promedio del 23,5% anual. Si, en cambio, deja su dinero en el plazo fijo durante un año, la tasa sube al 24,5%, lo que le resulta en $2450 de interés.
Para los más pudientes, la mejor opción es el oro. Al ser un recurso agotable (hay cierta cantidad de oro disponible en el planeta y en algún momento ya no va a quedar más lugar de dónde extraerlo), se convierte en una buena inversión a largo plazo. Hace diez años, el oro cotizaba a 250 dólares la onza (31,10 gramos). Hoy, ronda los 1600 (luego de un pico máximo de 1800 dólares en septiembre de 2011).
En Argentina se puede conseguir oro a través del Banco Ciudad, que vende, por ejemplo, lingotes de 100 gramos a $51 500. Como es oro nacional, provenientes de las propias fundiciones del banco, no se necesita autorización de la AFIP para realizar la compra.
Resumiendo, no es bueno dejar “descansar” al dinero. Sepa que, para que rinda y se multiplique, hay que hacerlo trabajar.
Por Roxana Zarriello, Contadora Pública 249 – 233
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