No es solo el guardarropa el que “sufre” con el desorden. Si la cartera, la cocina y el escritorio “lloran” a causa del tiempo que usted pasa sin organizarlos, imagínese cómo se siente su cerebro. Sea en casa, sea en el auto o en la oficina, el exceso de objetos es capaz de impactar negativamente sus habilidades de procesar informaciones y concentrarse.
Es lo que muestra un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos. Según la investigación, cuantos más estímulos visuales existan a su alrededor, menores son las chances de mantener el enfoque en lo que debe ser hecho.
La desorganización a su alrededor también limita la capacidad de almacenar informaciones en la memoria. Con la sobrecarga de contenido es difícil para la mente procesar todo, filtrar correctamente lo que es importante y guardarlo adecuadamente. Esta situación también produce, entre otras cosas, distracción, stress e irritación.
La energía gastada por el cerebro para concentrarse en ambientes desordenados hace que se canse más rápido, perjudicando, así, inclusive la capacidad de pensar creativamente. La estudiante Aline Almeida, de 17 años, por ejemplo, enfrentó serios problemas a causa de su desorganización. Por no conseguir planear sus tareas, se olvidaba siempre algo importante que tenía que hacer y usualmente dejaba sus trabajos escolares para hacer a último momento. “Me di cuenta de que necesitaba organizarme cuando supe que comenzaría a trabajar. Entré en total desesperación, porque solo estudiando ya me enloquecía con las tareas.”
El cambio fue necesario y difícil. Aline fue obligada a salir de la “zona de confort” y solo con mucha determinación logró mejorar sus hábitos.
A Nelsina Mascarenhas, de 31 años, hoy recepcionista, nunca le encantó cocinar. Por rechazar el ambiente, lo dejaba siempre desordenado, sin importarle lo que su marido o hijo pensaban al respecto. Cocinar algo diferente estaba siempre fuera de cuestión. La falta de organización en ese sector le molestaba tanto a su marido que pasaba todos los fines de semana en la casa de su madre, donde había siempre una comida más atractiva. A pesar de ser más cómodo para ella, la tristeza de su compañero era completamente visible.
Por otra parte, la estudiante Esther Assis, de 16 años, hacía sufrir a su propio padre. Por vivir solos, la casa de los dos dependía mucho de que la joven la organizara. “Yo decía que no tenía tiempo y por eso dejaba todo desordenado, tanto en casa como en la escuela. Eso me dejaba totalmente perdida”, cuenta.
El desorden de Esther la hacía tener malas notas en la escuela, pero no era solo eso. También hacía que tenga fuertes discusiones entre ella y su padre.
Tanto Nelsina como Esther cargaban sobre sí mismas el peso de la tristeza familiar. Las dos encontraron en el libro “La Mujer V” la base para el cambio. A través de las informaciones escritas en la obra, pasaron a organizar, poco a poco, sus vidas. Paso a paso cambiaron de actitud y volvieron a tener una buena convivencia dentro del hogar.
Para todos los que sufren con el desorden, Esther recomienda: “No piense que el cambio viene de la noche a la mañana. Es muy difícil abandonar los malos hábitos. Solamente actuando paso a paso, de a poquito, usted será capaz de cambiar de vida.”
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