Es común oír la expresión “nadie es perfecto”. Todo ser humano, en algún momento de la vida, ya dijo esta frase para intentar justificar sus errores. Sin embargo, es posible ser perfecto a los ojos de Dios, aunque seamos fallos y pecadores.
Pero, ¿cómo lograr tanta perfección si solo Dios, en su infinita sabiduría es perfecto? Realmente, a los ojos humanos, eso es algo imposible, porque todos nosotros actuamos según nuestros pensamientos, capacidades y emociones. Sin embargo, si nos esforzamos para estar siempre en Su presencia, actuaremos de una forma que agrade a Dios al punto de alcanzar esa perfección que Él exige, como está escrito: “Anda delante de Mí y sé perfecto.” (Génesis 17:1)
Para estar en la presencia de Dios, todo el tiempo, debemos desviarnos del mal, de las tentaciones y de las trampas que nos llevan al camino que no es compatible con lo que fue dejado en Su Palabra. Siendo así, necesitamos obedecer Su voz, negando nuestras propias voluntades, debilidades y emociones.
Andar en la presencia de Dios todo el tiempo no es fácil. Exige una renuncia diaria. En su libro El Pan Nuestro para los 365 días, el obispo Edir Macedo afirma que solo no lo logramos. Es necesario buscar a Dios constantemente para llenarnos de Su Espíritu, con el objetivo de perfeccionarnos en nuestra vida espiritual. “Para eso, existe el Espíritu Santo. Y esa es la misericordia de Dios: darnos la oportunidad de, teniendo al propio Dios dentro de nosotros, resistir a toda embestida del diablo.”
Para vivir caminando de acuerdo con la Palabra es necesario el sacrificio diario. Lo que no significa no cometer más errores, sino renunciar a los deseos de la carne para no vivir más en el pecado. “Andar en la presencia de Dios es andar en el Camino Perfecto. Al sacrificar nuestra voluntad por la de Él, seremos perfectos a Sus ojos”, escribió el obispo.
Imite el carácter de Dios
Por ser fallos, muchas veces pensamos que no somos dignos de alcanzar la perfección y la santidad que Dios confía en nosotros. Pero debemos recordar que hasta los héroes de la fe, que hicieron innumerables maravillas relatadas en la Biblia, cometieron errores. David, por ejemplo, cometió adulterio y homicidio. Pero, se arrepintió profundamente, confesó sus pecados y fue reconducido a la comunión con Dios.
Eso quiere decir que Él no espera que nosotros no tengamos ningún hecho inadecuado, sino que estemos con los ojos inclinados hacia Él, para no desviarnos de Su camino.
Para que eso suceda, debemos ser semejantes a Él en todas las cosas, siguiendo Su ejemplo de santidad, como está escrito en el versículo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mateo 5:48).
El propio Señor Jesús dijo que deberíamos ser Sus imitadores. Él fue tentado incontables veces y sujeto a muchas emociones, como nosotros diariamente. Tuvo hambre, sueño, tristeza, fue traicionado, pero nunca se desvió de Su objetivo, que era hacer la voluntad de Dios. Entonces, debemos imitarlo, al ser tentados por un pecado, debemos continuar obedeciendo Su voz para estar siempre en comunión con Él.
En el mismo libro, el obispo Edir Macedo escribió como es el carácter de Dios que debemos imitar. “Él hace todo espléndidamente bien, porque no lograría hacer menos. Él no hace nada de cualquier manera, no hace nada por la mitad. Todo lo que Él hace es perfecto. Así debe ser la vida de aquel que vive por la fe en el Dios vivo. Tiene que haber una diferencia entre su vida y la vida de otro que no sirve a Dios.”
Alcance la perfección
Si el hecho de renunciar a la vida de errores y obedecer solamente a la voz de Dios es primordial para perfeccionar su vida delante de Él, manifestar el deseo de purificarse cada día también es fundamental. Una de las actitudes del cristiano que busca la perfección es manifestar el deseo de estar siempre disponible para Él, limpiándose de cualquier error, pero principalmente, huyendo de las tentaciones.
Otra característica es reconocer que es necesario vivir bajo Su dependencia. Para eso, se necesita un sacrificio voluntario, manteniendo su vida siempre en el Altar.
Además, es importante tener actitudes basadas en el Espíritu. Para eso, es fundamental involucrarse solo con las cosas que edifican la vida espiritual, como la meditación en la Palabra de Dios. Tener un momento para estar a solas con Él es esencial para oír lo que Él quiere enseñarle para que usted se vaya perfeccionado en su vida día tras día.
Si usted camina con los ojos inclinados a lo que predica la Palabra de Dios, ciertamente será más fácil desviarse del mal y, con eso, agradarlo para alcanzar la perfección. Es un ejercicio diario, pero que vale la pena.
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