Convivir con una mujer desagradable es una tarea bastante difícil. Ella generalmente es exigente del tipo que le gusta dar lección de moral a todo el mundo. Hay aquella que habla demasiado, la que hace comentarios inconvenientes o que piensa que tiene la razón en todo. Existe todavía la que derrama un torrente de exigencias, sin preocuparse si el momento o el ambiente son propicios para eso. Es posible agregar muchas actitudes que vuelven a una persona nada confortable, de aquellas que queremos distantes, a las ya nombradas anteriormente.
La convivencia se vuelve más complicada con una persona de ese tipo en el matrimonio. El marido espera encontrar en la casa el refugio para un día desgastante y estresante de trabajo, pero, cuando llega a su casa, tiene que soportar o intentar escaparse de la presencia de la esposa “molesta”. Así, las discusiones se vuelven frecuentes y una rutina desgastante comienza a establecerse.
Si usted se identificó con los comportamientos citados en el comienzo del texto o conoce alguien que actúa de la misma forma y dice que es así porque el otro no es gentil, preste atención a lo que la psicóloga Raffaella Bernini tiene que decir. “Todas las mujeres que deciden tener actitudes agradables conquistan relaciones más pacíficas, ya que pueden recibir la misma forma de trato del marido. Pero ser así requiere persistencia y, antes de todo, es necesario ser amable consigo misma para después serlo con el marido”, explica. Ella deja claro que aunque la decisión de ser agradable debe ser individual y no estar vinculada a terceros.
Cuando el cambio vale la pena
Mariana Pozzi, de 29 años, vivió una dura fase de adaptación en su matrimonio porque no sabía cómo cautivar al marido. “Me casé cuando era muy joven y tenía mucha dificultad para organizarme. Estudiaba, trabajaba afuera y aún tenía que ser ama de casa. No lograba lidiar con las exigencias.” Ella cuenta que luego aprendió a cumplir con sus responsabilidades, aún cuando no sentía ganas de hacerlas. “Me esforzaba para no dejar nada que desear y pensaba que eso sería suficiente. Pero no lograba verlo contento y vivía incomoda conmigo misma.”
Mariana demoró un poco para entender, pero lo que animaba a su marido eran actitudes más simples de las que ella imaginaba. “Él tan solo quería atención, comprensión y apreciación. Comencé a cambiar, practicar gestos simples, como hacer masajes, ver futbol con él, salir con la familia y sus amigos.” Ella descubrió que esos cambios, combinados con sus nuevas reacciones hacían toda la diferencia. “Antes, hacía mala cara cuando algo no era del modo que a mí me agradaba. Aprendí que no todo es a mi manera y que para todo existe un mejor momento para actuar y hablar. Cuando cambié también ese punto, mi marido comenzó a alegrarse de quién yo era para él y no tan solo de lo que yo hacía.”
Todo tiene un límite
La escritora Cristiane Cardoso sugiere cualidades de una esposa agradable (ver cuadro en la página B6). Sin embargo, también alerta que existen límites que respetar. “Si él la maltrata o la traiciona, no tolere cualquier cosa, esté firme y no lo acepte – no porque usted sea una mujer agradable es que tiene que agradarse con los errores de los otros.”
En esos casos, una postura firme es exigida de la esposa, como explica la psicóloga Raffaella Bernini: “Cada persona debe conservar su esencia, no dejándose llevar por las maldades ajenas. Solo quién es una persona agradable por sí misma sabe el potencial que tiene en sus actitudes y cambios. Así, ella es capaz de ver qué relación merece una inversión. Una balanza, para estar equilibrada, tiene que tener el peso semejante en los dos platos.
Esa fue una difícil lección que la abogada Cristiane Maioline, de 44 años, aprendió en una unión de 14 años repleta de muchas frustraciones. “Parecía que estaba ciega. Para hacerlo feliz me sometía a una rutina que me degradaba mucho. Iba a lugares y a fiestas que detestaba, pues si yo no iba, él iba solo. Aunque hiciese de todo para satisfacer sus voluntades, sin más ni menos él me agredía verbalmente y me faltaba mucho el respeto.” Cristiane cuenta que, por tener el sueño de casarme legalmente, era chantajeada por el entonces compañero a hacer lo que él determinase para tener su sueño realizado.
El cambio sucedió en un viaje al exterior. “Estaba lejos de mis familiares, en un país distante, intentando recuperar mi matrimonio ya desgastado por las traiciones que había descubierto. De repente, él llegó a casa muy alterado y sin ningún motivo me agredió físicamente. Eso hizo que mis ojos se abrieran.”
Cristiane volvió a Brasil inmediatamente decidió recomenzar la vida. Al participar de las reuniones de la “Terapia del Amor”, entendió que antes de amar a cualquier persona era necesario amarse primero. Esa enseñanza le hace bien tanto a ella como al nuevo amor. “Cuando decidí valorarme, encontré un hombre que lograba ver mi verdadero valor. Agradarlo es algo fácil y natural, ni percibo que estoy haciendo algo por él, su atención y cariño conmigo son constantes”, concluye, desatancando que el matrimonio ya cumplió casi 15 años de mucha armonía y reciprocidad.
Consejos para agradar
-Sea misericordiosa
Comprenda que las necesidades de su marido no son las mismas que las suyas. Dele los momentos que el necesita, sin estar hablando todo el tiempo sin parar.
– Sea cuidadosa
Busque oportunidades para mostrarle cuanto le importa. A veces, son gestos simples, como no estar reclamando, tener cuidado con las reacciones y evitar las caras de enojo.
-Sea sincera
Sea clara en sus expectativas. No se quede esperando que su marido adivine lo que usted quiere. Hable.
– Sea espontánea
Escaparse de la rutina, a veces, hace muy bien. Intente sorprenderlo al valorar su compañía cuando él no espera eso.
-Sea fuerte
Ustedes pueden estar pasando momentos difíciles, pero si usted es positiva, eligiendo mirar el lado bueno de todo y usando su fe para apoyarlo, usted estará haciéndose esencial en la vida de él y él nunca se olvidará de eso.
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