Aparentemente, el pastor que cometió pecados puede ser bendecido en el púlpito, no obstante, eso solamente puede suceder, cuando antes de que él ofreciese la Palabra, se humille frente a Dios. El Señor, para honrar Su Palabra y Su Santo Nombre, permite que hasta sucedan milagros.
No obstante, esto no lo exime de perder la espiritualidad cada día. Habiendo rechazado la buena conciencia, acaba naufragando no solamente en el ministerio, sino sobre todo, en la fe.
El pastor que piensa que su trabajo en la iglesia justifica sus actitudes pecaminosas, no solamente está engañándose a si mismo, sino también a la Iglesia. Y lo que es peor, está jugando con Dios.
Tarde o temprano, su pecado escondido acaba por salir a la superficie y su vergüenza será más grande. Está claro que la Iglesia será la más perjudicada frente al carácter sucio de ese pastor, mientras tanto, ella se levantará nuevamente y subsistirá, mientras que el pastor caerá definitivamente.
“El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, de buena conciencia, y fe no fingida.” 1 Timoteo 1:5
Abandonemos los pecados escondidos, comenzando por confesarlos a quien corresponda, para que, con la conciencia limpia, podamos servir como vasos inmaculados del Espíritu Santo.
Estaremos evitando así borrar el Espíritu que habita en nosotros, para, por el contrario, traer gozo y alegría al corazón de Nuestro Señor y Rey Jesús; al mismo tiempo, pisar con toda la fuerza en nuestra fe, en la cabeza de satanás, a través de nuestro testimonio de fe. Que Dios bendiga a todos, guardándonos de la mala conciencia por pecados…. ¡Amén!
“ Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis rebeliones al Señor, y tu perdonaste la maldad de mi pecado.” Salmos 32:5