La ansiedad no vacía su mañana de tristezas, sino su hoy de fuerzas. Las fuerzas que usted necesita para producir una solución y ejecutarla. La ansiedad le hace vivir el mismo problema mil veces antes de que suceda. Le hace temer algo que solo existe dentro de su imaginación.
Debido a la ansiedad algunos se paralizan y otros se precipitan. No tienen ninguna actitud o se apresuran y provocan un desastre.
Felizmente hay un antídoto para contrarrestarla.
Lo contrario de la ansiedad es la calma, la tranquilidad con buenas dosis de confianza y seguridad de que habrá un resultado positivo. Resumiendo en una palabra: fe.
¿Fe en qué o en quién?
En alguien que puede garantizarle un resultado positivo. Jesús una vez enseñó sobre la ansiedad y dijo que para superarla usted tiene que detenerse y pensar. Mire un campo o un bosque y pregunte: ¿Quién alimenta a los animales y a los pájaros que viven allí? ¿Quién hace esas plantas, flores y mariposas con esos mínimos y bellísimos detalles? ¿Quién es el jardinero o el que los alimenta?
La conclusión es que Alguien superior al ser humano, con poderes infinitamente mayores, cuida de todo eso.
Y la buena noticia es que ese Alguien es nuestro Padre. ¿Qué padre no sabe lo que su hijo necesita? ¿Qué madre no dejó de tener para ella para darle a su hijo? ¿Acaso ese Padre que cuida tan bien de plantas y animales no cuida de sus hijos?
Esta es la base de fe que anula y vence la ansiedad de su corazón.
Si usted está ansioso por cuestiones amorosas, financieras o profesionales, si una situación o evento cercano le trae miedo, si una inseguridad y temor de que lo peor puede sucederle…
Pare.
Piense. Eleve su mente a Dios, hable con Él sobre sus temores, cuéntele a Él lo que le preocupa y después cállese. Escuche en su interior una confirmación calmada de que Él va a cuidarlo.
Entonces respire hondo y descanse.
Él no suele fallar.