Siempre oímos hablar de las vitaminas. Al final, ayudan en la prevención de enfermedades y son esenciales para mantener la buena salud. Son indispensables y están presentes en diversos alimentos. Una alimentación deficiente puede causar problemas de salud y, por eso, la suplementación es necesaria en diversos casos.
Para suplir la carencia, muchos profesionales se las prescriben a sus pacientes. Cuando se hace con un acompañamiento médico, esa reposición puede ayudar a prevenir enfermedades y a evitarle daños al organismo. El gran problema es cuando el consumo de cápsulas y comprimidos se hace por cuenta propia, sin la consulta a un profesional de la salud.
De la A a la Z
Las 13 letritas que leemos en los rótulos de los alimentos, A, B1, B2, B3, B5, B6, B7, B9, B12, C, D, E y K, forman el grupo de las vitaminas. Son las responsables de mediar en ciertos metabolismos del cuerpo, además de actuar en la producción de enzimas y en el sistema nervioso. Bautizadas por el bioquímico Kazimiers Funk, en 1912, esas sustancias orgánicas no pueden ser producidas por el cuerpo: la garantía proviene de los alimentos, principalmente de las frutas y hortalizas.
Dejar de consumir vitaminas en la cantidad necesaria, recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), tiende a ser un problema.
Utilizar la suplementación sin ninguna orientación también puede ser peligroso. Las cápsulas, en lugar del consumo de alimentos saludables, pueden acarrear el consumo excesivo de vitaminas. Usted puede pensar que no es nada, después de todo, si no le hacen bien, tampoco le harán mal. Nada de eso.
Si la vitamina C es esencial para el proceso de cicatrización, por ejemplo, el exceso puede resultar en trastornos gastrointestinales, diarrea y hasta cálculos renales. Si la vitamina K mejora la coagulación sanguínea, la mega dosis puede provocar anemia e intoxicación por vitamina B1, que ayuda a regular el gasto energético, además de llevar a la vasodilatación periférica y la diminución en la frecuencia respiratoria.
Debe quedar claro que obtener las vitaminas por medio de los alimentos difícilmente extrapola las dosis diarias necesarias y solo casos específicos demandan suplementación vitamínica bajo prescripción médica.
La solución en el plato
El hecho de estar disponibles en los estantes de la farmacia vuelven tentadores a esos medicamentos. La propia Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria brasileña (Anvisa) considera que “la creciente facilidad de acceso a estos productos (comercio electrónico, compra sin necesidad de receta médica) y la preocupación de la población por la salud, contribuyen a su masificación” y señala que “existe una demanda inducida por el fuerte mensaje publicitario, caracterizado por la variedad de beneficios difundidos en los materiales promocionales sin la debida comprobación científica”.
Eso no quiere decir que los multivitamínicos hacen mal. La cuestión es que no todo el mundo los necesita. Para garantizar que todos los nutrientes estarán presentes en su alimentación, vale la pena consultar la Guía Alimentaria de su país.
Existen cuatro mensajes comunes a todas las guías alimentarias: alimentación variada, aumento en el consumo de vegetales, aumento en el consumo de frutas y aumento en el consumo de cereales como sinónimo de buena salud.
Recuerde: una dieta balanceada y rica en nutrientes logra reponer todas las vitaminas que el organismo necesita. Si la recomendación diaria de vitamina C es de 45 mg, una naranja puede responder a la necesidad. ¿Es realmente necesaria la autosuplementación? Piense en eso.
[related_posts limit=”17″]