En las últimas décadas ha crecido la preocupación por la contaminación ambiental porque muchas sustancias tóxicas contaminan el suelo, el agua y el aire. Se realizan campañas de concientización, se presentan nuevos productos con sustancias menos agresivas, los hombres y mujeres se desplazan a los lugares afectados para protestar e intentar provocar un cambio. Sin embargo, pocos son los que se preocupan con lo que día tras día va contaminando nuestro interior y, si nos descuidamos, podemos terminar saturados de negatividad, estrés y pensamientos destructivos.
El odio, la mentira, la envidia, la tristeza y los celos son algunos de los sentimientos que se alojan en el corazón de las personas y las convierten en seres agresivos, maliciosos, duros y difíciles de tratar. En otras palabras, los hacen personas negativas, que son dominadas por malos pensamientos y actitudes. La mente se contamina y los resultados son muy perturbadores.
La necesidad de una limpieza interior
El exceso de información al que estamos sometidos a diario estimula demasiado a nuestro cerebro y esto puede provocar alteraciones en el sueño, desánimo e inseguridad. Este cambio en la rutina genera también un desgaste intelectual importante, porque ante tantos estímulos, absorbemos ideas y valores desenfrenadamente. Al dejar de filtrar lo que entra a nuestros pensamientos, tanto lo bueno como lo malo se anida en nuestro cerebro y cobra la misma relevancia.
Con la cabeza llena, no podemos realizar nuestras actividades correctamente, y mucho menos mantenernos conectados con Dios.
El obispo Macedo en su blog nos indica los pasos a seguir luego de eliminar la contaminación de nuestro ser:
“El primer paso es ser consciente de que debe buscar con todas sus fuerzas y de todo corazón, por medio de la fe, al Señor Jesús.
El segundo paso es querer recibir el Espíritu Santo tanto como tener acceso a la Salvación de su alma. Es un querer que arde por encima de cualquier otro sueño o deseo del corazón. Más que vivir, casarse, conquistar todo en este mundo, en fin, más que todo lo que las personas o este mundo puede ofrecernos. Por eso el Señor impone la condición de tener sed de Su Espíritu.
El tercer paso es mantener sus pensamientos ocupados con el Espíritu Santo. El pensamiento continuo en Él debe ser tanto en casa, en el trabajo, en la calle, en la iglesia o en cualquier lugar. No hace falta decir que en esta etapa el candidato debe buscar alejarse de todo lo nocivo para su conciencia.
Cuando estas condiciones son satisfechas, el candidato no necesita hacer nada más, mucho menos preocuparse. Es cuestión de esperar, en cualquier momento y lugar puede ser bautizado con el Espíritu Santo”.
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