DOS AMIGOS me contaron una dolorosa experiencia en el primer viaje que hicieron usando un navegador GPS, hace algunos años.
La tecnología era novedad. Ellos, entusiasmados, pusieron el nombre de la ciudad de destino en el GPS y fueron siguiendo las instrucciones, aprovechando el paisaje.
Después de unas CUATRO horas en la ruta, y nada de llegar al tal destino, que no debería haber tomado ni tres horas, comenzaron a sospechar que algo andaba mal. Cuando pararon en una estación de combustible para preguntar, descubrieron que estaban viajando en la dirección opuesta. El GPS los estaba llevando a una ciudad con el mismo nombre, solo que en otro estado… “Tendrías que haber visto nuestra cara de idiota…”, me contaron, hoy riéndose de todo eso.
Eso también puede suceder en otras áreas de la vida. A veces usted está yendo con toda la convicción en la dirección incorrecta.
Por eso, mucha atención a quién y a qué está usted siguiendo. Su convicción de que hoy está correcto puede cambiar hacia la sensación de gran idiotez mañana.
No es vergüenza cambiar de dirección cuando se descubre que se está en el camino incorrecto. Vergüenza (y orgullo) es continuar en él.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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