Los días fríos llevan a que las personas no suden tanto y retengan líquidos. Un especialista explicó por qué es saludable reducir la ingesta de cloruro de sodio especialmente en esta época.
En nuestro medio y por razones culturales, la sal siempre está presente en la mesa a la hora de comer. Muchas personas, aún antes de probar el gusto de la comida, le agregan sal. Esta práctica en realidad es un reflejo automático que bien puede evitarse, ya que la comida elaborada en casa o en restaurantes suele tener sal incorporada en cada una de sus recetas y preparaciones.
Hay alimentos que tienen de por sí contienen un alto contenido de cloruro de sodio (sal de mesa): éste está presente en las conservas, fiambres, quesos duros, congelados e incluso en postres muy elaborados, tortas industrializadas, facturas y pan.
Recientemente, el Ministerio de Salud logró un consenso con la Asociación de Panaderos para reducir la incorporación de sal en la harina del pan, y los proveyó de un medidor especial para la utilización reglada.
Un aspecto importante será lograr también un consenso con los locales de comidas rápidas, para que no salen -por ejemplo- sus papas fritas u otros platos si el cliente no lo pide expresamente y entreguen el sobre de sal por separado.
Hay que tener en cuenta y reflexionar que, en nuestra dieta “normal”, sumando la sal “escondida” en los alimentos elaborados, la añadida en la cocina y la servida en la mesa, el consumo promedio se eleva por encima de 12 grs. diarios, el triple de la cantidad recomendada por la Organización Mundial de la Salud.
El hábito de la comida salada es totalmente regulable a través del aprendizaje desde la niñez, e incluso los adultos podemos acostumbrarnos a bajar el contenido de sal o a suprimir el agregado en la mesa. Una manera de condimentar y suplantar la sal de mesa es agregar condimentos como el orégano, ajo u otras especias aromáticas que no afectan la salud cardiovascular al no producir retención hídrica al organismo. Hay sales modificadas con cloruro de potasio u otras que no causan tanto perjuicio a la salud y se han logrado sabores adecuados al paladar. Otras variantes tienen un 33% menos de sodio, pero el problema a veces surge de la mayor cantidad de gramos para lograr el sabor habitual.
En el invierno, el organismo no produce tanto sudor y retiene sal, por eso se recomienda disminuir su ingesta en períodos fríos y consumir más en verano.
La sal participa hasta en un 80% de la carga de enfermedad en cuanto a la presión arterial, que además constituye un factor de riesgo coronario y llega a padecerla el 25% de la población adulta. En líneas generales, se recomienda a los pacientes hipertensos una reducción drástica del volumen de sal ingerido en su dieta.
Una dieta baja en sodio debe estar prescrita, adaptada y controlada por el especialista. Las recomendaciones generales son: rebajar el consumo de sal a menos de 6 grs. diarios, evitar alimentos enlatados y precocinados (embutidos), y no añadir sal a las comidas.
Tengamos en cuenta que las pautas de alimentación que se aprenden en la niñez en general nos acompañan a lo largo de nuestra vida y que el aprendizaje de hábitos saludables mejora sensiblemente nuestra salud y calidad de vida.