“¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?” (Lucas 7.31)
Los hombres (y mujeres) en ese momento ya eran corruptos, ¿imagine los de hoy? La corrupción interna es mucho más común de lo que se piensa. Una persona puede creer en Dios y aún así ser corrupta, pues el diablo también cree en Dios y es lo que es.
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