Los escribas eran los “doctores de la ley” o los “profesores de la fe”, para el pueblo judío. Con el mismo estatus que los profetas de la antigüedad, eran llamados “hombres de la gran sinagoga”, por su pueblo, respetados por todos.
En la Biblia, existen varios registros de sus actividades. Cuando los judíos salieron del cautiverio de Babilonia y volvieron a su tierra, Esdras, sacerdote y escriba, recibió al rey persa Artajerjes, para explicarles la ley a todos (Esdras 7). Los judíos que regresaron oyeron, primeramente, la ley durante toda una mañana.
“… y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual el Señor había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.” (Nehemías 8:1-3)
Mientras otros escribas enseñaban, Esdras estaba en el púlpito y sus compañeros andando entre el pueblo:
“Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello, y junto a él estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías a su mano derecha; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. Bendijo entonces Esdras al Señor, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron al Señor inclinados a tierra. Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la Ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” (Nehemías 8:4-8)
Desde ese momento, los escribas se volvieron mucho más importantes entre su pueblo. Además de enseñar la ley, ellos escribían cartas y documentos, como en los días de hoy lo hace un escribano – palabra obviamente derivada de escriba. Siempre entre la población, eran reconocidos por el pequeño tintero que llevaban atado al cinturón.
“Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y entrados, se pararon junto al altar de bronce.” (Ezequiel 9:2)
Otras culturas como los egipcios, también tenían sus escribas. Pero en la sociedad judía el estatus de la función era mayor, como lo demuestra la Biblia y los registros extra-bíblicos.
Nuevo Testamento
En los textos neo-testamentarios, existen varios versículos bíblicos referidos a los escribas. En Lucas, cuando Jesús aún era un niño, viajó rumbo a Jerusalén junto a María y a José, y se extravió, y luego fue encontrado en la sinagoga entre varios escribas (Ilustración principal al comienzo de la nota), discutiendo la ley conforme a los preceptos de Dios:
“Y aconteció que tres días después Le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que Le oían, se maravillaban de Su inteligencia y de Sus respuestas.” (Lucas 2:46-47)
En otros momentos, el Mesías, ya adulto, no perdía ninguna oportunidad de estar entre los doctores de la ley (Lucas 4:16-22). Algunos de ellos fueron sus grandes antagonistas, mientras otros razonaban y lo aceptaban. Entre ellos habían fariseos, saduceos y esenios, además de otras gentes de otros orígenes.
“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” (Mateo 22:35-37)
Alrededor de la época de la caída del Templo de Jerusalén, en el año 70, la influencia de los escribas aumentó. Algunos se volvieron muy famosos, como Hiliel y Sammai, líderes de dos escuelas importantes entre los intérpretes de la ley, con tendencias opuestas en la enseñanza de la misma -, mientras que los primeros tenían una visión más liberal, el segundo tendía a ser más rigurosa.
Gamaliel, de la escuela de Hiliel (Hechos 5:34-35), fue el maestro de Saulo de Tarso, que rumbo a Damasco en su persecución a los cristianos, sufrió la intervención del propio Jesús y se convirtió, tornándose Pablo, uno de los mayores divulgadores del cristianismo de la historia (Hechos 22:1-8).
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