¿Qué significaba ser un niño en los tiempos bíblicos?
Eran tiempos difíciles, de mucha privación, guerras constantes y acontecimientos que tenían a los pequeños como sus principales víctimas. Mientras tanto, como siempre, los niños jugaban y encantaban a todos, además de participar más activamente de las tareas familiares.
Para la ley del Antiguo testamento, procrear era casi una obligación. Era una época muy diferente a la de hoy, donde muchas ciudades y países tienen sobrepoblación. En aquellos tiempos, el pueblo judío estaba expandiéndose por las tierras conquistadas y dadas a ellos por Dios, poblarlas era imprescindible. Cuanta más gente hubiera, más territorio se ocupaba. Había otro factor para que las familias tuvieran un número grande de hijo (incluso más que una esposa) la mortalidad infantil era muy alta. Cuanto más hijos, mayor era la probabilidad de sobrevivientes que perpetuarían el clan.
Como los derechos femeninos no eran los mismos que los de los hombres (la posesión de bienes, por ejemplo), el nacimiento de un niño era motivo de fiesta. Era un varón más, que daría continuidad al patrimonio y a la descendencia. Una mujer estéril era blanco de un gran prejuicio, y víctima de mucha vergüenza.
En tiempos del Nuevo Testamento ya había indicios de desintegración en algunos clanes. Las familias ya no eran tan numerosas como en los tiempos de Abraham y Jacob, y algunas familias corrían el riesgo de desaparecer, lo que era muy grave para la sociedad de la época. La diminución de las familias se reflejó en las vidas de los hijos, lo que se vio ya en la época en que Jesús realizó su ministerio físicamente, entre los seres humanos.
Jóvenes adultos
Una persona era considerada un niño hasta los 12 años y, a partir de entonces, no era un adolescente, como hoy, sino un joven adulto, con las responsabilidades concernientes. Antes de los 12, un niño o una niña eran considerados incluso una categoría inferior, oficialmente sin derechos e incapaces de tomar decisiones. No tenían derecho a posesiones. Debían absoluto respeto al padre y a los hermanos mayores de 12 años. Se los consideraban posesión del padre, que podía incluso esclavizarlos (obviamente, había padres que los respetaban como personas y los amaban como hijos, y no los usaban como sirvientes, aunque los pequeños ayudaran en los quehaceres).
Las pequeñas recibían la educación de las madres, y permanecían con ellas hasta el matrimonio, cuando dejaban su hogar para formar el suyo. Los pequeños sólo estaban junto a su madre durante la primera infancia, para luego acompañar al padre y a los hermanos mayores en el día a día, incluso aprendiendo de sus profesiones, que consecuentemente, seguían.
La antigua población judía no veía a los niños exactamente como inocentes. Eran vistos como criaturas imprudentes, frágiles y tontos. Mientras que, algunos líderes las veían como el futuro de Israel y pensaban que merecían mucha atención.
A partir de los 13 años, Los niños ya eran considerados mayores. Se realizaba la ceremonia del bar-mitzvah (“hijo de la Ley”, en hebreo), un importante rito de paso de la niñez a la adultez (ilustración), después del cual eran considerados miembros de la sociedad y debían obedecer la Ley. Hasta hoy, los judíos realizan el bar-mitzvah para los más chicos. Con el tiempo y el avance de los derechos de la mujer, las más chicas recibieron el derecho al bat-mitzvah, el equivalente femenino del rito – pero sucedió recién a partir del siglo 20.
En el tiempo antiguo, un adolescente, considerado ya mayor, se casaba generalmente entre los 16 y 22 años, ya trabajando. Una niña era prometida como novia a los 12. El padre arreglaba el casamiento con un joven del propio clan, para evitar la dispersión de los bienes. El padre podría imponer el matrimonio, pero era común en muchas familias que se respetara la voluntad de la joven, en caso que no quisiera contraer matrimonio con el escogido.
“Dejad a los niños venir a mí”
Cierta vez, Jesús predicaba al pueblo. Algunas mujeres llevaron a sus hijos para que el Mesías los bendijera. Como los niños aun eran vistos como inferiores por la sociedad, algunos discípulos los apartaban del Maestro. Jesús los reprendió, con una de sus más famosas lecciones:
“Pero Jesús, llamándolos, dijo: -Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Lucas 18:16-17
Como todo cambió después de Cristo, y tenemos pleno acceso al Padre por Su sacrificio, a partir de entonces, para los cristianos, los pequeños pasaron a ser acogidos de una forma mucho más digna.
Obviamente, aunque sigan existiendo las ceremonias de bar y bat-mitzvah, los judíos de hoy también quieren bien a sus hijos desde el principio de sus vidas, dándoles valor independientemente de la edad.
Infantes protagonistas
Aunque el niño fuera considerado inferior en la época del Antiguo Testamento, algunos de los grandes personajes bíblicos entraron a sus registros, aun teniendo muy poca edad.
Sara era estéril hasta que Dios la hizo fértil, como lo prometiera a Abraham. Nació Isaac, que se convirtió en uno de los grandes patriarcas de su nación.
Moisés, hijo de una joven esclava, escapó de la masacre de inocentes hebreos decretado por el faraón de la época. Dios llenó a su madre y hermana de astucia para que la canasta en la que el pequeño sería lanzado al río Nilo, flotara como un barquito, y el bebé fuera encontrado por nada más y nada menos que la hija del rey, criado por ella como un verdadero hijo y, posteriormente, líder del pueblo liberado de la esclavitud rumbo a la Tierra Prometida.
David era un niño subestimado incluso por sus hermanos mayores. Aun adolescente, el delgado joven mató al gigante filisteo Goliat, y pasó a ser uno de los mayores monarcas de la historia de la humanidad.
El propio Jesucristo protagonizó, al nacer entre los hombres, uno de los pasajes más bonitos de la Palabra Sagrada. Aun siendo un niño, hizo algo que era ofensivo para la época: entró en el Templo para discutir la Ley con los Doctores, las autoridades oficiales del asunto, hasta ser encontrado por María y José, que Lo habían perdido durante un viaje a Jerusalén (ilustración).
Siendo ya adulto, a partir del episodio en que acogió a los niños, Jesús estableció que todos son importantes delante de Dios independientemente de la edad, e individualmente especiales para Él. Hoy, la educación de los niños en cuanto a los preceptos de Dios con la familia comienza bien temprano, formando parte activa de una vida plena con el Padre desde el principio.