Daiana Bulacio: “Sufrí bullying, tuve problemas de adaptación y académicamente me iba mal, por eso, llegué a agredirme a mí misma. Cuando estaba sola en mi habitación, me golpeaba y me lastimaba. Con el tiempo empecé a sufrir debido a las pesadillas y a las premoniciones. Recuerdo que veía cosas extrañas y me sentía desprotegida ante esos trastornos y llegué a tener que dormir con mi mamá cuando tenía 21 años por el miedo que me causaba todo eso.
A los 23 años fui a buscar ayuda en la casa de los espíritus porque pensaba que Dios no me escuchaba. Creía que iba a encontrar una solución, así que seguí todo lo que me indicaron que hiciera. Me pedían carne, frutas, perfume, sidra, caramelos, habanos, cintas y dinero para hacer los trabajos. Yo hacía todo, pero las cosas no cambiaban. Es más empecé a tener problemas económicos porque no lograba tener una estabilidad laboral y el nerviosismo me invadía. En la vida sentimental también sufría porque me relacionaba con hombres casados o con muchachos mucho más chicos. Como me sentía sola, aceptaba esa situación.
Viví un momento muy doloroso por la muerte de un amigo, en ese momento me sentí muy angustiada y confundida, entonces me involucré con la marihuana y el alcohol. Recuerdo que lo culpaba a Dios por lo sucedido.
Como mi vida no cambiaba estando en ese lugar dije en una oración sincera que si existía un Dios grande, que me mostrara el camino a seguir porque no soportaba tanta opresión en mi pecho. Justo un amigo me invita a la Universal, al principio no quería saber nada, pero la esposa de mi amigo perseveró invitándome durante un año porque me veía mal. Un día acepté y al participar de las reuniones me sentí peor, pero luchaba para liberarme de lo que me hacía sufrir. Siempre había algún impedimento para llegar a la iglesia, sin embargo, me esforzaba para llegar, así la opresión fue saliendo de mí.
Hoy la situación es diferente, soy más comprensiva y compañera con mi familia, ya no necesito la bebida, las drogas ni las salidas para sentirme bien. El nerviosismo, la tristeza, los traumas, los pensamientos de muerte y las premoniciones desaparecieron de mi vida. Ahora me valoro y tengo un autoestima fortalecida.
Cada vez que tuve la oportunidad de participar del Ayuno de Daniel aproveché para invertir en mi comunión con Dios, entonces fui fortalecida en mi interior, aprendí a cuidar de lo principal que es mi relación con Dios y fui cambiando internamente. Puedo afirmar que nada se compara con la paz y tranquilidad que da el Espíritu de Dios”.
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