Existe una gran diferencia entre estas dos expresiones, que no pueden confundirse.
El “bautismo con el Espíritu Santo” es algo especial y único en la vida de una persona. Y está estrechamente vinculado a la calidad de la relación que la persona cultiva y desarrolla con Dios.
El obispo Edir Macedo destacó este acontecimiento de la siguiente manera en su obra “El Espíritu Santo”:
“El bautismo con el Espíritu Santo ocurre generalmente de la siguiente manera: el candidato conoce la voluntad de Dios de llenarlo con Su Espíritu y, a partir de ese momento, nace un deseo de participar de esta promesa. Desde ese momento, la persona se propone en su corazón buscarlo, a través de ayunos, de oraciones; en el momento en el que se libera de todos los pensamientos mundanos y entra en un Espíritu de total alabanza al Señor Jesús. Cuando ya no encuentra más palabras para expresar su amor y gratitud a través de la adoración en Espíritu y en verdad, el Espíritu Santo viene sobre ella, inundándola de amor y alegría, de tal forma que sus palabras comienzan a ser extrañas, pero no inconscientes. Es como si el propio Señor Jesús la tomara en Sus manos y la sumergiera en las aguas del Espíritu. Esto ocurre cuando el corazón está absolutamente contrito delante del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.”
Por otro lado, el “bautismo de fuego” se refiere a las pruebas que surgen en nuestra vida después que decidimos entregarnos al Señor Jesús. Es una etapa muy difícil para el convertido, porque deja una vida de errores para abrazar esta fe. Debido a esto, sus familiares se vuelven en su contra, los viejos amigos se burlan de la decisión que él ha tomado y las tentaciones siguen siendo grandes. Por eso, hay quienes persisten y nacen de Dios, y los que desisten en medio del camino de esta conversión.
Estas dos expresiones pueden encontrarse en el pasaje bíblico dicho por Juan el Bautista: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero El que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, Es más Poderoso que yo; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” (Mateo 3:11).
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