¿Cuántas veces ha hecho algo que más tarde – o tal vez de inmediato – se arrepintió? En el mismo momento llega ese sentimiento de culpa, esa sensación de malestar, la conciencia pesa y se promete a sí mismo que cambiará, ¿no es verdad? Pero tan pronto como pasa esta tristeza momentánea, usted sigue su vida normalmente hasta el momento en el que se ve repitiendo el mismo error. Y, una vez más, la conciencia le acusa, una vez más usted promete cambiar y el ciclo se repite. Y seguirá repitiéndose hasta que haya, de hecho, un arrepentimiento sincero. Porque hasta entonces, lo que hubo sólo fue remordimiento.
El remordimiento no genera cambio, sólo una sensación de pesar. Y esa es la gran diferencia entre uno y el otro. Para que quede más claro aún, recurramos al diccionario:
Remordimiento: Inquietud, pesar interno que queda después de realizar lo quese considera una mala acción.
Arrepentirse/Arrepentimiento: Dicho de una persona: Sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo. Cambiar de opinión o no ser consecuente con un compromiso. Acción o efecto de arrepentirse.
Es decir, el arrepentimiento requiere una acción, una actitud. El remordimiento es un sentimiento, no implica acción, solo se siente.
El obispo Macedo habla al respecto en su blog:
“En el remordimiento no hay actitud con respecto al pecado. Es decir, en él no hay sacrificio de abandono del pecado. Por lo tanto, no hay perdón para el remordimiento. Por otro lado, el arrepentimiento es actitud, es acción es práctica de la fe. En el arrepentimiento hay sacrificio de abandono del pecado”.
Por esta razón muchas personas se encuentran dentro de la iglesia, pero aún no han obtenido los beneficios de la fe. Ellos conocen la verdad, son conscientes de que deben cambiar sus actitudes, sienten un pesar (remordimiento) cuando desobedecen, conscientemente, la Palabra de Dios, pero no quieren sacrificar su voluntad.
“Y el arrepentimiento es necesario para la remisión de los pecados (Lucas 24:47). Pero no hay arrepentimiento sin el sacrificio de abandono del pecado. Por lo tanto, no hay salvación sin el sacrificio de negarse a sí mismo los placeres de la carne “, enfatizó el obispo Macedo.
En la Biblia, tenemos algunos ejemplos de personas que tomaron decisiones equivocadas, actuaron mal y hasta lo reconocieron, pero no se arrepintieron. Judas Iscariote fue uno de ellos. Después de traicionar al Señor Jesús, él sintió remordimiento y finalmente se ahorcó.
Por otro lado, el ladrón en la cruz, consciente de sus errores y que era digno de ser crucificado, en vez de lamentarse, o de injuriar al igual que el otro ladrón, se arrepintió, y allí mismo, en la cruz, suplicó el perdón de Dios y, por eso, obtuvo la Salvación.
Otro ejemplo de remordimiento es lo que los hermanos de José sintieron tan pronto al venderlo como esclavo para Egipto (Génesis 37). Durante muchos años, ellos estuvieron rumiando dentro de sí mismo esa sensación de remordimiento, pero no hicieron nada al respecto.
El arrepentimiento solo se dio mucho tiempo después cuando se reencontraron con José y mostraron con actitudes, que de hecho, habían cambiado (Génesis 42).
Por lo tanto, el remordimiento no produce ningún beneficio espiritual, ningún cambio de actitud, pero el arrepentimiento sí. La persona arrepentida cambia de dirección. Esto se refiere a la conversión. Es esa persona que, como el ladrón en la cruz, conquista la Salvación Eterna.
Venga a buscar ese arrepentimiento sincero. Participe de la Noche de la Salvación, todos los miércoles a las 20h. Vea aquí la dirección de la Universal más cercana a su domicilio
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