Muchos afirman tener una fe sólida, sin embargo, terminan perdiéndose cuando, en lugar de actuar por la razón, se dejan llevar por lo que sienten. Es necesario separar la emoción de la razón para aprender a vivir la fe inteligente, como también para poder obedecer la Palabra de Dios y meditar en ella.
El domingo 31 de octubre, durante la reunión del Encuentro con Dios, en el Templo de Salomón, el obispo Edir Macedo habló sobre cuál es la fe que debe dirigir nuestras vidas. “Lo que dijo Jesús es lo que tiene validez, no lo que sentimos, vemos o tocamos. Lo que está escrito se cumple, independientemente de las circunstancias. Cuando usted cree (en Jesús), comienza a merecer; cuando usted no cree, comienza a desmerecer (…) Lo importante es su creencia, su fe. Yo creo que mi Señor está aquí porque Él me lo prometió, y esta es la fe que dirige mi vida.”
A continuación, el obispo explicó que el diablo trabaja con la duda y, por eso, es importante no dar lugar a este tipo de pensamiento que, en realidad, refleja una fe debilitada.
“Usted ha perdido en su vida por la duda, porque se dejó llevar por ella. La duda es el arma del diablo, produce miedo, incertidumbre, hace que la persona se vuelva débil, frágil, se engañe e ilusione”, dijo el obispo.
Corazón vs. Convicción
El diablo sabe que, si logra sembrar la duda en una persona, la dejará vulnerable espiritualmente. No obstante, la fe inteligente es una certeza que genera confianza en los que la tienen.
“El que siente es el corazón. Es el que se emociona, siente dolor, se entristece y resiente. El corazón es el elemento que está dentro de nosotros y nos engaña con los sentimientos (…) La fe es una seguridad diferente a la del corazón. La fe es racional e inteligente. Yo no siento a Dios, no siento nada. La fe no busca sentir o dejar de sentir, sino que tiene la seguridad, la convicción”, declaró el obispo.
Y reforzó: “Usted tiene que usar la fe. Nosotros le enseñamos a practicar la fe, pero el que debe practicarla es usted (…) Separe las cosas que usted siente de las cosas que usted cree. Separe los sentimientos de la fe. El Espíritu Santo no nos hace sentir, nos hace tener la seguridad de que está con nosotros. Hace que usted tenga la seguridad en Dios y en sí mismo. Hace que confíe en sí mismo, no en otras personas, o en las fantasías de este mundo”.
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