Cuando pensamos en la contaminación, inmediatamente imaginamos gérmenes, virus y enfermedades terribles. Para evitarlos, nos proveemos de todo el cuidado a través de la higiene. Sin embargo, el Señor Jesús habló sobre un tipo de contaminación mucho más nocivo, al que todos nosotros estamos vulnerables, tanto a ser contaminados como a contaminar.
El Maestro dejó esta lección en el momento en el que algunos escribas y fariseos, que eran personas muy preocupadas por las tradiciones, se acercaron a Él para preguntarle el motivo por el cual Sus discípulos no se lavaban las manos al comer.
Jesús les respondió preguntándoles por qué los fariseos y los escribas, a causa de sus tradiciones, transgredían el mandamiento de Dios; y los llamó hipócritas (falsos).
El Mesías se dirigió a la multitud y les explicó lo que, verdaderamente, contamina a las personas. Recientemente, esta escena se transmitió en la novela Jesús.
El corazón contaminado
El obispo Edir Macedo, en sus anotaciones de fe, explica que el Señor Jesús dejó en claro cuán inútiles eran las tradiciones. “A fin de cuentas, ¿de qué sirve lavarse las manos (una acción externa), si el corazón (el interior) está repleto de suciedad?”, enfatiza.
Él aclara que, por las palabras que dice una persona, se puede saber el estado en el que se encuentra su corazón. Por ese motivo, el Señor Jesús nos advierte que nuestras palabras nos justificarán o nos condenarán.
“El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.” Mateo 12:35-37
“Antes de nacer, el pecado fue generado en la mente de la persona y después se instaló en su corazón y en su alma. Ante esto, ella se vuelve injusta y termina por contaminarse, no solo a ella misma, con sus palabras y mentiras, sino también a los demás. Nadie que tenga un corazón puro sentiría placer en decir palabras podridas y pecaminosas, y nadie que tenga el corazón contaminado por el pecado hablará lo que es santo y justo”, explicó.
Un nuevo corazón
Cuando el Espíritu Santo habita en una persona, genera en su interior un nuevo corazón y la ayuda a mantenerse alejada de todo lo que puede contaminarla.
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