“Obispo estoy hace un tiempo en la iglesia, pero hasta hoy no sé si soy convertida o convencida, he tomado actitudes que muestran que algo está mal. Por favor, ayúdeme a identificar las características de un verdadero cristiano” – Amiga.
Respuesta:
Al contrario de lo que muchos piensan, Dios no convierte a nadie para sí, somos nosotros los que actuamos según nuestro libre albedrío, nuestro poder de decisión. Pero tenga siempre presente que, mientras no se convierta a Dios tomando la actitud más personal que alguna vez tomó en su vida, ¡nunca usufructuará el Nuevo Nacimiento!
Las características del convertido:
1. Perseverancia: en la práctica de la fe, de la justicia, de lo que es correcto a los ojos de Dios. La persona que es convertida persevera en la práctica de aquellos que agrada a Dios y no solo por un tiempo, sino todo el tiempo. Y esta característica, la perseverancia, va aumentando con el pasar de los días, semanas y meses.
Toda persona convertida es perseverante. Sin embargo, quien no es convertido es inmediato y como no todo sucede de inmediato, se desanima. Aunque, ¡a quien es convertido esto nunca le sucede! El Señor Jesús dice que aquél que persevere hasta el fin (el convertido) heredará la corona de vida. Por eso, el tamaño de su fe no importa, ¡lo importante es si usted es o no perseverante!
2. Compartir: la persona que es convertida no está apegada a nada, no es egoísta o materialista.
Ella no piensa únicamente en sí misma, sino también en su prójimo. Jesús dijo que Su verdadero discípulo ama al prójimo como a sí mismo. Entonces, quien es convertido comparte, da, extiende la mano, considera, sin importar la reacción del otro, pues aunque esta sea negativa, el convertido no se detiene por eso, él continúa dando. Aunque él no vea gratitud o aprecio, el convertido sabe que eso no es problema suyo, pues cumplió con su papel: ¡compartió!
3. Temor: toda persona convertida tiene sentimientos, pero, a diferencia del resto, ella no se rinde a ellos y sí al temor.
La persona puede hasta sentir un enorme deseo de venganza, pero porque es convertida no se rinde al sentimiento. Por lo contrario, ella teme a Dios, por eso no depende de los sentimientos, como la venganza. Todo ser humano, incluso el convertido, es tentado a hacer lo equivocado, como adulterar, mentir o prostituirse. Es su alma la que lo desea, su carne, pero porque es convertido conoce las consecuencias, él se mantiene fiel. Entonces, el convertido teme, tiene un profundo respeto por Dios, por eso siempre huye del mal.
4. Creencia: la persona convertida cree, independientemente de lo que otros digan, de lo que ella misma escuche o sienta, ¡ELLA CREE!
Jesús promete curar y Él va a hacerlo, pero no por eso ella deja de tener una buena alimentación, saludable y equilibrada, de hacer ejercicio físico o de descansar el tiempo necesario. A pesar de todo esto el convertido cree, más allá de las pruebas, pues si es prosperidad lo que el quiere, él va a obtenerla, aunque la coyuntura económica o su propia edad no sean favorables. O sea, ¡la persona que es convertida cree en lo prometido y esta creencia se manifiesta mediante una entrega real y sincera en todo lo que ella hace para Dios!
5. Unión: la persona convertida se une al “cuerpo”, y nunca se excluye o se aisla. Ella está junto a los que son de la misma fe y que, tal como ella, también son convertidos.
Quien es convertido no se identifica con los convencidos y sí con quien es convertido. Por eso, si ve a alguien aislarse, es porque esa persona no es convertida, pues, no se siente inferior o superior, probando así, que no es convertida, ya que quien lo es no se cree ni más, ni menos. En realidad, quien es convertido no se cree nada, pues él es hijo de Dios y sabe que Su Casa es la universidad de la vida y todos estamos en un proceso de madurez. Y esto sucede al colocar en práctica las primeras enseñanzas, por lo tanto, el convertido no se detiene en el tiempo, por lo contrario, hay un desarrollo continuo!
6. Comunión: existe el mismo objetivo común de servir y agradar a Dios.
El convertido, de esta manera, tiene todo en común con aquellos que son convertidos: la vivencia de la fe, la superación de los problemas para dar un buen testimonio, volviéndose el mejor padre, el mejor hijo, el mejor ciudadano o el mejor cristiano. Está claro que todos cometemos errores, pero aprendemos de ellos arrepintiéndonos, confesándolos, abandonándolos y levantando la cabeza, continuando en esta caminata, tomados de la mano de Jesús que jamás nos falta el respeto, nos abandona o se olvida de nosotros. Entonces, ¿cuál es la fe? ¿Buscar al Espíritu Santo? ¿Evangelizar? ¿Sacrificar? Hagamos, entonces, todo siempre en conjunto.
7. Abnegación: el convertido no considera nada de lo que tiene como suyo, ¡todo es de Dios y Él lo presta!
¡Y es, exactamente, por el hecho de que el convertido reconoce que nada le pertenece que tiene capacidad de tener todo! Por eso, la persona convertida puede hasta ser famosa, rica o tener autoridad, ¿por qué? Porque nada de eso se le subirá a la cabeza. Ella sabe que todo en la vida es pasajero, por eso tiene que darle un buen uso, de manera correcta y provechosa, no solo para sí, sino también para los demás.
(*) Respuesta retirada del blog del obispo Julio Freitas