“Y Yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Mateo 12: 36-37
¿Por qué muchos matrimonios fracasan, muchas familias se despedazan, los negocios naufragan, los amigos se vuelven enemigos, los gobiernos y los gobernantes caen, las empresas pierden clientes, las personas pierden la credibilidad, se traicionan unas a las otras e incluso traicionan a Dios …? ¿Por qué sucede todo eso?
Porque las personas no mantienen su palabra. Vamos a hablar por ejemplo del matrimonio. Cuando uno se casa sube al Altar y le hace un juramento al otro: “Te prometo serte fiel en las buenas y en las malas…”, este juramento es hecho con la palabra.
Antiguamente lo que valía era la palabra, las personas vivían por la palabra, la palabra se cumplía y se respetaba. Hoy todo tiene que ser por escrito y ante escribano. Por eso todas las cosas que fallan es por que las personas hoy prometen y no cumplen y van perdiendo credibilidad.
A las personas no les importa lo que dicen, lanzan palabras al viento, hacen promesas que no pretenden cumplir … ¿Ya trató con alguna empresa que le dice “mañana vamos a hacer el trabajo”, y al otro día no se presentan? Pero los cristianos, los que somos de la fe, seguimos siendo como en el pasado. La Biblia dice que es mejor no prometer que prometer y no cumplir. Si usted es soltero y está comprometido con alguien que falla en su palabra, tenga cuidado, no siga adelante con esa persona, porque si falló con la palabra, fallará en lo demás también.
Pero Dios considera cada palabra. Cuando Dios dijo que haría la diferencia entre los que Lo sirven y los que no Lo sirven, hizo mención directa a las palabras que el pueblo decía. Unos decían que era inútil servir a Dios; que a quien no servía a Dios le iba bien; usaban palabras agresivas, irrespetuosas hacia Dios:
“Vuestras palabras han sido duras contra Mí —dice el Señor—. Pero decís: «¿Qué hemos hablado contra ti?». Habéis dicho: «En vano es servir a Dios. ¿Qué provecho hay en que guardemos Sus ordenanzas y en que andemos de duelo delante del Señor de los Ejércitos?” (Malaquías 3:13-14)
Los que temían a Dios, sin embargo, decían palabras de respeto, confianza, fe. Y DIOS LOS OYÓ A LOS DOS. Y por sus palabras, Dios definió el destino de esas personas.
Hoy no es diferente, Dios todavía considera cada palabra que pensamos y decimos. Incluso es muy sabio que antes de hablar usted piense, “Ah, yo hablo sin pensar”, cuidado, eso no es bueno, deje de hacerlo, las palabras tienen poder tanto para el bien como para el mal.
Nuestras palabras y pensamientos son una extensión de nosotros, al igual que nuestras ofrendas. Quien sirve a Dios es de palabra. Quien sirve a Dios no miente, no está tranquilo si mantiene una deuda, no deja de cumplir lo que prometió, no está en paz hasta que no paga y cuando paga se pone feliz, porque es una persona correcta.
Dios siempre cumple todo lo que dice, y quien es de Él es de palabra como Él lo es. Muchas personas dicen: “Yo no robo, no adultero, no mato…”, como si hubiera solo tres pecados. A veces la persona no roba ni adultera ni mata, ¡pero no cumple su palabra!
Nosotros los que formamos parte de la Obra de Dios, debemos ser personas de palabra, lo que decimos debemos cumplirlo. Tiene que haber una diferencia con los que no son de Dios!
“Entonces volveréis a distinguir entre el justo y el impío, entre el que sirve a Dios y el que no Le sirve” (Malaquías 3:18). Es imposible que una persona tenga el Espíritu Santo y no tenga palabra. El Espíritu Santo es Palabra, Dios es Palabra.
Por eso le decimos que priorice al Espíritu Santo, ¡porque quien Lo recibe es de palabra! Dios es Palabra y busca a personas de palabra para hacer la diferencia en sus vidas.
Piense en eso.
Dios le bendiga