Reng Om, de Myanmar, se mudó con su familia a Estados Unidos recientemente. Él, su esposa y sus cinco hijos eran habituales frecuentadores de los cultos dominicales de la iglesia Asamblea de Loor Reobote, en White Rock, área metropolitana de Dallas, en el Estado de Texas. Pero, el penúltimo domingo de julio, que iba a ser un domingo normal, fue marcado por una tragedia para la familia.
En la primera parte del culto vespertino de la Asamblea Reobote, niños y adultos fueron separados para hacer sus respectivos estudios. Reng y su esposa estuvieron en la reunión tranquilos hasta que llegó el momento en que los pequeños se reunían con los adultos en el salón principal. Entraron cuatro de los hijos de la pareja, pero el quinto, el más pequeño, no estaba con ellos. En ese momento comenzó la desesperación de los miembros de la pequeña iglesia.
El jefe de familia, viendo que Boi Lei Sang, de 2 años, no estaba en la sala de estudios bíblicos infantil, corrió al estacionamiento. Encontró al niño inmóvil dentro del auto cerrado, un gran SUV oscuro, y lo llevó a la iglesia pidiendo que llamasen a una ambulancia.
En pleno verano, la temperatura en aquella tarde en White Rock a cielo abierto fue de 37,7 grados centígrados. En el automóvil cerrado el calor es mucho mayor y la sensación térmica es insoportable. Tanto es así que Boi fue declarado muerto al llegar al hospital. Según el canal de televisión Fox4, el niño estuvo 45 minutos dentro del auto bajo el calor sofocante. Un final trágico para lo que parece hasta ahora una distracción, según relató la policía con respecto a la investigación.
Cuestión de elección
Los frecuentadores de la pequeña iglesia de Texas fueron entrevistados por Fox4 y creen que Reng y su esposa no son culpables por lo sucedido, aunque deberían haber prestado más atención. Para ellos, fue una cuestión de distracción fatal y no otro de los trágicos acontecimientos que salen en los noticieros norteamericanos en esta época de calor intenso, especialmente en los estados del sur, donde los niños y los animales abandonados intencionalmente en vehículos casi mueren o llegan a fallecer, en típicos casos de negligencia de sus responsables.
Aunque Reng no sea realmente el culpable, un punto debe destacarse: ¿cuántas personas no prestan atención a lo que realmente es una prioridad y se entregan a alguna actividad, dejando en segundo plano los aspectos mucho más importantes, como la familia?
Esto no es tan inusual en el medio cristiano, lamentablemente. Muchos todavía se aferran a la religión, centrándose en las tradiciones y rituales, dejando de lado el objetivo principal al frecuentar una iglesia realmente cristiana: encontrar al verdadero Dios, entregándose genuinamente a Él y fortalecer la comunicación espiritual con el Padre, revestido por el Espíritu Santo – y solo a partir de allí ver su vida mejorar de verdad.
El triste ejemplo de Reng, suponiendo que realmente fue una distracción, aunque muy seria, nos hace pensar. Si el enfoque de aquel padre fuese Dios, el Espíritu Santo sin duda le avisaría dónde están sus hijos en ese momento. Pero su objetivo en aquel momento era el culto, el evento, a pesar de que no se dio cuenta de eso y no lo hizo con mala intención. Este error le costó la vida de su pequeño, que estaba lejos de tener culpa.
Muchos de nosotros podemos cometer el mismo error. Si el objetivo principal es la religión y no es Dios, no puede salir bien. Es una cuestión de usar la razón, la inteligencia, para establecer cuáles son las prioridades de nuestra vida. La primera, obviamente, la principal: Dios y nuestra entrega a Él. Sin eso, no sirve querer comenzar nada.
La segunda es la familia, por la cual tenemos que celar, no importa en qué posición estemos en ella: padres o hijos. Todos tenemos un papel para que en ella haya armonía, y podemos hacerla desmoronarse si perdemos esa noción.
Un padre negligente produce descendientes condenados al fracaso. Un hijo rebelde preocupa innecesariamente a sus padres, que pueden sufrir daños en el matrimonio, en la salud… Cada uno es una pieza fundamental en el todo.
La tercera es nuestro trabajo, que nos proporciona el sustento, realización profesional, desafíos y conquistas materiales. Para él nos preparamos con estudios y otras formas de aprendizaje en la práctica, evolucionando. Requiere responsabilidad y compromiso.
Después de eso, está la iglesia y sus trabajos, desde simplemente asistir a una reunión hasta llevar a cabo un trabajo en la institución, tanto en cuestión operacional como en proyectos sociales para que podamos ayudar a mejorar la vida de los demás y darles la misma oportunidad de entrega a Dios.
El hecho de que la iglesia esté en cuarto lugar en esta pequeña – pero importante- lista no significa que merezca menos atención. Es justamente porque esos aspectos enumerados están entrelazados, solo hacen la diferencia juntos y si se obedece el orden de prioridades. La iglesia, en ese caso, es donde todo comienza y termina cuando se toma en serio estar en ella. En su medio aprendemos sobre Dios, entendemos nuestro lugar delante de Él, de esa forma nos enriquecemos en todos los sentidos, para después volver al templo para agradecer por todo eso – y para aprender cada vez más.
Que el triste caso del padre de Dallas nos sirva de advertencia en todo momento.
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