Patricia y Antonio no tenían nada, pero aprendieron a sacrificar superando su condición y Dios siempre les dio mucho más de lo que ellos esperaban.
“Durante 22 años sufrí, no tenía dónde vivir, cada vez que iniciaba una relación, mis parejas me golpeaban. Uno de ellos me golpeó mucho y me clavó una tijera en un riñón estando embarazada de siete meses. Perdí un riñón y la bebé murió. Quedé muy mal psicológicamente, descreída de todo, sin ganas de vivir y en la miseria total. Tenía mucho odio y rencor, no confiaba en nada ni en nadie. Siempre me relacionaba con personas que delinquían o estaban en la calle, que me llevaron a la droga y a consumir alcohol. Varias veces caí presa por delinquir. Era tanta la miseria que buscaba comida en los basurales.
Yo quería ser feliz, tener un hogar, una familia, pero me sentía fracasada. Golpeé puertas y puertas, pero mi situación empeoraba cada vez más, por eso intenté varias veces suicidarme.
Tiempo después conocí a mi esposo, él había perdido empresas, estaba en la miseria total y con vicios. Todo el odio que cargaba lo volcaba sobre él, lo golpeaba, era muy celosa y le hacía pasar muy malos momentos”, cuenta Patricia.
“Una vez me desperté y tenía un cuchillo en el cuello, hasta ese extremo llegamos, otra vez quiso prenderse fuego. La violencia era extrema. Encima estábamos viviendo con un colchón, un bolso con ropa y sin luz”, agrega Antonio.
Ellos llegaron a la Universal con su vida destruida, perseveraron en las reuniones y aprendieron a usar su fe. “Nuestra vida fue cambiando, a medida que pasaba el tiempo sacrificábamos, cada Hoguera Santa era la oportunidad para una nueva conquista. Sacrificábamos lo que Dios nos daba y Él multiplicaba nuestras conquistas. Cuando llegó la Hoguera Santa del Templo de Salomón creímos, pero Dios nos pidió algo que nos costó mucho, la casa. Yo no quería sacrificarla, pero Dios me tocó también y la sacrificamos.
El resultado fue maravilloso, cancelamos una deuda hipotecaria de 3.400.000 pesos. Conquistamos un laboratorio, comenzamos con máquinas viejas y Dios dio las condiciones para comprar máquinas nuevas. La primera máquina superaba el valor que colocamos en el sacrificio. Hoy nuestra vida es maravillosa, estamos bendecidos, todo cambió gracias a Dios”.
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