“La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” (Proverbios 18:21)
Donde hay personas, existen chismes, intrigas, críticas y cosas por el estilo. No importa si son adultos, jóvenes o incluso niños. La lengua siempre va a trabajar.
La mayoría de las veces, para mal. En la iglesia no es diferente. Inclusive entre los supuestamente espirituales. Oran, rezan, hacen plegarias e, inmediatamente después, critican a los demás. Usan la lengua tanto para el bien como para el mal.
Con ella intentan servir a Dios, pero, con seguridad, sirven al diablo.
¿Cómo administrarla solo para el bien? ¿Cómo defenderse de la lengua ajena?
Solo existe un camino: el de la fe. La fe sin corazón, sin sentimientos… Cuando oiga voces que no estén de acuerdo con la Palabra de Dios, es decir, voces que producen dudas, malestar, miedos, preocupaciones, en fin, voces que estresan, inmediatamente mándelas al quinto de los infiernos.
Los de la fe sin sentimientos no juzgan según la apariencia, no les prestan atención a las cosas visibles, no son receptores de las cosas que vienen de este mundo tenebroso. Al contrario, AFIRMAN SUS PENSAMIENTOS Y SUS PASOS EN LAS PROMESAS DE DIOS. No se dejan llevar por las tonterías o pequeñeces, y mucho menos por las opiniones ajenas. No se preocupan por su imagen, por lo que van a decir, etc. Sean sabios, mis queridos; blinden su fe con el poder de la Palabra de Dios, despreciando los sentimientos. No crean en los comentarios que les quitan su paz. Sean inteligentes y practiquen este consejo: “… no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Corintios 4:18)
No se preocupe por las pequeñeces, blinde su fe.
(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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