La Organización Mundial de la Salud (OMS), elaboró un informe global sobre la depresión, que analizó la incidencia de la enfermedad en 18 países del mundo e incluyó entrevistas con más de 89.000 personas.
Se encontró que 15% de la población de los países de altos ingresos han sufrido un evento de depresión en algún momento de su vida, comparado con 11% de la población en países de medianos y bajos ingresos.
Y en el último año, 28% de la población de países de altos ingresos sufrió un Episodio Depresivo Severo (EDS), comparado con 20% de la población en países de medianos y bajos ingresos.
Durante cuatro años, la médica Eunice Higuchi enfrentó los problemas relacionados a la depresión. “Yo era esclava de mis emociones. Sufría con tristeza, angustia, no veía una salida para mi problema. En el mundo, somos entrenados para dejarnos llevar por las emociones. Todo el tiempo hay alguien diciendo “siga a su corazón”, “haga lo que su corazón quiere”, pero yo me sentía como en una prisión”, recuerda.
Eunice intentó ser curada de todas las maneras posibles. Según ella, eran casi 20 horas semanales buscando una mejoría, sin ver el resultado. “Iba al psicólogo, hacía terapia de apoyo e incluso tomaba medicamentos antidepresivos, pero el tratamiento de psicoterapia trabaja solamente con las emociones, entonces, yo no me libraba de esa situación”, dice.
Según la médica, todos los tratamientos para la depresión actúan principalmente, en el área de la emoción, por eso el paciente permanece en un círculo vicioso, sin encontrar una transformación de su estructura psicológica. “Yo estudiaba profundamente la Biblia, hacía cursos de teología, frecuentaba una iglesia evangélica tradicional, pero estaba completamente ciega. Oía la Palabra, pero no recibía el Espíritu. Cuando tuve un encuentro con Dios, comencé a tener esa visión y se abrió un mundo que yo ignoraba completamente. El versículo que me tocó inmediatamente en el inicio fue el que dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”, (Romanos 12:2). Entonces yo me di cuenta de que no debía usar los sentimientos, sino la mente para ser curada y así fue como sucedió”, cuenta.
Eunice afirma que en un tratamiento psicoterapéutico, el paciente genera vínculos con el terapeuta, a fin de lograr reproducir una relación mejor con sus familiares y amigos. Mientras tanto, cuando la persona tiene un encuentro con el Señor Jesús, ella genera una conexión tan fuerte como el propio Dios, que no depende de sesiones marcadas con anticipación, como sucede con la psicoterapia.
“Como médica, puedo afirmar que la medicina es limitada. Durante cuatro años hice todo lo que los especialistas me orientaban, pero no había ninguna mejora. Cuando escuché en la radio la oración de un pastor, eso me tocó en lo más profundo. Anoté la dirección y fui hasta allá, sin saber que era la IIRD. Ese mismo día dejé de llorar. Tardé un año y medio en tener un encuentro con Dios, porque me parecía que podría estar en una secta, teniendo hipnosis colectiva. Pero yo buscaba porque quería saber qué me hizo dejar de llorar. Antes de la IURD, yo despertaba con lágrimas y así era durante todo el día”, recuerda.
Actualmente, Eunice es obrera de la IURD de Bela Vista en San Pablo y atiende a personas que pasan por el mismo problema que ella. “Recientemente, conversé con un joven que estaba en un estado psicótico. Recuerdo que, en un determinado momento, yo le dije que quizás él se pregunta por qué le está pasando eso y en el mismo momento él repitió mi pregunta, mostrando que era exactamente lo que él pensaba. Yo le respondí que en 1 Corintios 1:27 dice, “… sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte…” Lo orienté y la semana siguiente ese joven estaba completamente diferente. Él, que no se comunicaba con nadie, estaba conversando y su madre muy feliz por la restauración de su hijo. Él comenzó a participar de la Fuerza Joven y ya estaba, incluso, bailando y cantando. ¿Cuándo una medicación haría eso? Tanto conmigo como con él, el cambio fue completo”, afirma.