Ya hace un buen tiempo que ella ha ido a la iglesia. Ya hizo muchas cadenas de oración y los cambios han sido evidentes en su vida. Sus metas, sus amigos e incluso las cosas que la divierten cambiaron también. En verdad, ¡todo cambió! Aparentemente todo está yendo bien, pero algo le ha impedido crecer espiritualmente y ella simplemente no sabe qué es. Se esfuerza, siempre va a evangelizar, nunca se pierde las reuniones principales pero, aún así, siente que nunca es llamada por Dios. Es así como muchas jóvenes comienzan a hacer la Obra de Dios: Ven muchos cambios en su vida y asumen que están listas. Sin embargo, estos cambios no significan que ya están preparadas.
Antes de tener un encuentro con el Señor Jesús, yo también quería hacer la Obra de Dios. Ya podía verme casada con un hombre de Dios y ganando almas… Pero, en realidad, mi sueño en esa época era simplemente tener una vida igual a la que mis padres tenían. Aunque dijera que tenía el deseo de ganar almas para el Señor Jesús, lo que yo realmente quería era estar casada con un hombre de Dios. En otras palabras, quería hacer la Obra de Dios solo para que pudiera estar casada con un hombre fiel.
Yo amaba las almas, pero no lo suficiente como para sacrificar tanto por ellas. Mi corazón y mis pensamientos estaban en tener una vida feliz – no era en vano que pasaba todo el tiempo soñando despierta. Pensaba que ya conocía a Dios, pues conocía la Biblia y vivía una vida que me hacía pensar que era de Dios. Pero, en realidad, yo no Lo conocía y ni siquiera tenía la menor idea de lo que era hacer la Obra de Dios hasta el día en que realmente nací de Él. Desde entonces, mis ojos se abrieron y comencé a tener un nuevo entendimiento acerca de Dios, de Su Obra y de la vida en general. Me convertí en una persona completamente diferente. Antes mi corazón solo soñaba y pensaba en cosas para mí misma, pero ahora está dirigido a las demás personas. Ya no existe más ese deseo de hacer la Obra de Dios a fin de asegurar mi vida y mi futuro. Dios ciertamente percibió ese cambio de inmediato, pues no tardó mucho para que yo fuese llamada para ser obrera y, más tarde, comenzase a hacer Su Obra en el Altar.
Existen jóvenes que desean tener el Espíritu Santo para que puedan trabajar como obreras en la iglesia; otras, porque quieren casarse y ser una esposa de pastor. ¿Por qué quieren tanto eso? Si existe algún motivo personal y egoísta por detrás de ese deseo, entonces Le están dando una señal incorrecta a Dios ¡y, por eso, no reciben lo que están buscando!
El Espíritu Santo solo viene sobre las que desean ser instrumentos útiles en Sus manos y testimonios vivos de Su poder en este mundo. Él no viene sobre las que solo quieren decir que Lo tienen o que desean ponerse un uniforme en la iglesia. Lo mismo se aplica a la Obra de Dios. Si no tienes el deseo de hacer la Obra de Dios a fin de salvar almas por el resto de tu vida, no importándote dónde y cómo, si estás casada o no, ¡entonces es mejor que lo olvides! Puedes incluso casarte con un pastor, pero no estarás haciendo la Obra de Dios. Serás solo una más – como si fueras una empleada de la iglesia. ¡Es ahí que está la diferencia entre esposas de pastor y esposas de pastor, entre obreras y obreras!
Fragmento del libro “Mejor que Comprar Zapatos”, de Cristiane Cardoso
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