¿Qué hacer para mantenernos de pie, incluso en medio de las tribulaciones que este mundo nos presenta? Vida en el Altar es la respuesta a esa pregunta. La fe de Moisés, así como su comunión con Dios, comenzaron cuando él tuvo la primera experiencia en el Monte (Altar) Sinaí.
Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Éxodo 3:1
De ahí en adelante, su trayectoria no fue un mar de rosas, de privilegios, mucho menos de la vida que había llevado en el palacio donde había sido criado. Su vida, aunque con conquistas, fue de desiertos en desiertos, desafíos en desafíos, luchas en luchas. Moisés necesitó no solo de la fe conquistadora, sino sobre todo de la confianza. Él usaba la fe para realizar los milagros y conquistar territorios, pero la confianza lo sustentaba en las tribulaciones, en los días malos que vivía con tantas dificultades y problemas.
La confianza es producida por el Espíritu Santo, es la que mantiene la fe en las promesas de Dios, en el día a día de la vida, en momentos difíciles, en tiempos de guerra contra los deseos de la carne, contra el diablo y contra el pecado que nos asedia tenazmente.
¿Cuántos momentos difíciles pasó Moisés en medio del desierto? Hubo momentos de estrés total, por ejemplo, cuando se vio en una situación en la que 600 mil hombres lloraban frente a su tienda con hambre. ¿Qué hacer? (Números 11:11-15)
Aunque Moisés haya enfrentado muchas luchas y problemas durante su trayectoria en el desierto, la fuente de su disposición y fe para servir a Dios y al pueblo de manera incansable venía del Espíritu de Dios, del Altar (monte), en los momentos de a dos con el Padre. Dios lo llamaba continuamente a la cima del Sinaí para instruirlo y fortalecerlo.
Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. Y la gloria de del SEÑOR reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria del SEÑOR era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches. Éxodo 24:15-18
Lo que más me llama la atención en esa meditación es que la CONFIANZA, adquirida en su comunión con Dios en los montes, lo acompañó desde el principio al fin de su vida. El Espíritu Santo lo sustentó a través de ella hasta su último suspiro. A fin de cuentas, su ministerio había comenzado en el Monte Sinaí (Altar) y finalizó también en el Monte (Altar), en el Monte Nebo.
Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.
Deuteronomio 34:7
Así tenemos que ser, el tiempo no puede quitarnos la visión espiritual, él no puede ser un enemigo de la fe. Y eso jamás sucederá si estamos con la vida en el Altar, manteniendo la confianza en Dios. El vigor físico puede desgastarse, pero la disposición espiritual de servir a Dios se renueva cada mañana.
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 2 Corintios 4:16
El Espíritu de Dios, a través de la confianza, sustento a la fe de Moisés de Altar a Altar.