Susana Ríos y Carlos Coronel venían de fracasos amorosos y eso les impedía ser felices por completo. Carlos temía al compromiso y Susana necesitaba a un hombre que le diera seguridad porque había sufrido muchas agresiones físicas y verbales.
Ellos tenían serios problemas, se conocieron cuando ambos iban a consultar a los espíritus e intentaron ser felices, pero solo a través del Dios Vivo lo lograron.
“Mi expareja se volvió alcohólico, se iba todo el fin de semana y me dejaba con mis hijos. No teníamos dinero, pasábamos muchas necesidades, él llegaba y rompía todo. Además, cuando tuve a mis hijos comencé con problemas en el útero, tenía quistes y llagas, y reuma.
La situación de violencia que vivía era tremenda, todo comenzó con un grito, de a poco me convertí en una mujer sometida por los golpes. Mi marido me golpeaba, me arrastraba de los pelos, amenazaba con matar a mis hijos delante de mí. Yo cruzaba un campo descalza para ir a la comisaría, me escapaba como podía y amanecíamos en ese lugar con mis hijos. Durante cinco años viví así, él no me golpeaba en el rostro para que no lo denunciara. Finalmente lo dejé porque consiguió un arma para matarme y me escapé con los chicos”, cuenta ella.
Carlos había intentado salvar a su primer matrimonio, pero la relación se deterioró. Además, su salud era afectada por problemas de presión alta y taquicardia, los médicos le dijeron que debía tomar medicación de por vida. Ante tantos problemas tomaba para evadir la situación.
Él le dio asilo, le ofreció un departamento para que esté con los chicos, ella aceptó su ayuda, y terminó relacionándose con Carlos. Luego se mudaron a su casa, pero al tiempo comenzaron los problemas en la pareja.
Ellos llegaron a la Universal en muy mala situación, depresivos, en la miseria, con los servicios cortados, y él enfermo, razón por la que no podía conseguir empleo. Al participar de las reuniones fueron libres de todo lo que los afectaba, de las enfermedades y sobre todo del peso del pasado.
“Antes teníamos miedo al compromiso por todo lo malo que habíamos vivido, pero entendimos que podíamos confiar en el otro. Dios nos transformó y pudimos formar la familia que siempre quisimos tener. En la Hoguera Santa le pedí a Dios que nos diera un hijo porque mi esposa tenía problemas en el útero. Dios nos respondió con un hijo”, cuenta Carlos.
Ellos aprendieron a luchar juntos y lograron conquistar siete departamentos, un auto y saldaron todas las deudas. “Logré perdonar al papá de los chicos, esa capacidad la da el propio Dios, uno se siente tan libre cuando logra hacerlo. Hoy soy feliz, tengo una relación amena con él y me dedico a disfrutar de la nueva vida que Dios me dio”, afirma ella junto a Carlos.
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