Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios al Señor de los Ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes del Señor. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana le daba una doble porción; porque amaba a Ana, aunque el Señor no le había concedido tener hijos. 1 Samuel 1:3-5
¿Puede una persona estar tanto tiempo delante de Dios y permanecer estéril, no teniendo un antes y un después para contar? ¡Claro que sí!
Vea que Ana subía todos los años para presentar el holocausto y lo hacía en porción dos veces mayor que Penina, su “adversaria”.
Sin embargo, de allí volvía enojada, llorando, no comía, ¿y sabe por qué?
Primero: Ella no sabía identificar a su verdadera adversaria, que no era Penina, sino su propia esterilidad, pues era principalmente por esto que Elcana tenía otra mujer.
Segundo: Ana insistía en usar el sentimiento, y Dios nunca cambió la vida de alguien por el tamaño del dolor, pues el dolor tiene tamaño y dimensión para el ser humano y no para Él, que cura y libera de cualquier situación con la misma competencia. Lo que hubiera hecho la diferencia hubiera sido el tamaño de la indignación.
Tercero: Ella ofrecía holocausto dos veces mayor que la otra, pero de lo que le concedía su esposo y no de algo generado por su propia fe, o sea, pasó mucho tiempo escondida atrás de la fe de Elcana, cuando la estéril era ella y, siendo así, quien tenía que matar a este león era Ana.
Amigo, incluso se puede compartir un dolor, pero no se puede compartir una responsabilidad, y la de cambiar esta situación que usted está viviendo es suya, como sucedió con Ana, que solo cambió el juego cuando resolvió ser independiente y reaccionar con su propia Fe.
Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del Templo del Señor, ella con amargura de alma oró al Señor, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Señor de los Ejércitos, si Te dignares mirar a la aflicción de Tu sierva, y Te acordares de mí, y no Te olvidares de Tu sierva, sino que dieres a Tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Señor todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
Mientras ella oraba largamente delante del Señor, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante del Señor. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que Le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. 1 Samuel 1:9-18
Aquella que no podía tener un hijo, tuvo seis. ¡Dependa solo de su fe y deje de ser estéril!
¡Que Dios los bendiga sobremanera!
Colaboró: Guaracy Santos