Clara y Helena estaban ansiosas. Esperaban hacía meses aquel día y para que finalmente llegara. Casi no podían esperar el momento de la fiesta.
Faltaba poco. Los invitados ya comenzaban a llegar al salón.
Todavía en su casa, ellas se hacían los últimos retoques. El cabello, el maquillaje, el vestido – todo tenía que estar impecable; a fin de cuentas, todas las miradas estarían en ellas – las cumpleañeras.
Todo aquello parecía una inmensa fantasía. Desde niñas, las gemelas deseaban una fiesta de cumpleaños, pero las condiciones financieras de sus padres no lo permitían. Lo que ganaban apenas alcanzaba para el sustento de la familia. Sin embargo, nunca les dejaron faltar nada a sus hijas.
Cuando sus amigas contaban sobre sus fiestas de 15 años y los regalos lindos que les daban, ellas se entristecían, pues nunca tenían nada para contar. Cuando era cuestionadas sobre el tema, inventaban fiestas y regalos que nunca existieron. Era la manera que encontraban para no sentirse excluidas.
Por eso, aquella fiesta de 15 años significaba mucho para ellas. Era más que la realización de un sueño, era una autoafirmación. No solo para Clara y Helena, sino para sus padres también, que siempre quisieron proporcionarles esa alegría a sus hijas.
Durante meses ahorraron, recortaron gastos, apretaron un poco allí, un poco aquí hasta conseguir juntar el valor necesario para hacer una fiesta con todo lo que ellas tenían derecho.
Clara y Helena parecían dos princesas. Sus padres quedaron con los ojos mareados, era tanta la emoción de ver el brillo en los ojos de sus niñas.
Los padres y sus hijas se dirigieron hacia el lugar donde sería el baile de 15 años. Todos estaban emocionados.
Todo estaba conforme lo esperado – la decoración, los dulces, los souvenirs, las canciones… ¡Las amigas! ¡Ah, ellas estaban todas allí! Finalmente, Clara y Helena no necesitaron inventarles una fiesta a ellas. Por una vez, era de verdad. ¡Y qué fiesta!
Estaban extasiadas. Querían que aquel momento durara para siempre. Nunca habían experimentado antes esa sensación. De ser admiradas, elogiadas, mimadas. Se sentían como si estuvieran en un cuento de hadas. Verdaderas Cenicientas.
Sin embargo, como en un cuento de hadas en donde la magia se deshace tan rápido los relojes marcaron la medianoche, así también todo aquel encanto creado en torno del baile de 15 años de Clara y Helena terminó tan pronto como la última canción paró de sonar. El baile había llegado a su fin.
Y al día siguiente, sus vidas continuarían tal cual eran antes del baile. Nada había cambiado.
Ellas continuaban con las mismas limitaciones, las mismas dificultades. El baile no fue – y no podía ser – capaz de cambiar la condición social, emocional y, muchos menos, espiritual de cada una de ellas. Lo máximo que pudo ofrecer fue una breve sensación de bienestar y aparente felicidad.
Para reflexionar:
¿En dónde usted ha colocado sus fuerzas?
Muchos han aplicado todo su esfuerzo en sueños y proyectos que servirán solo para satisfacer su ego, cuando deberían aplicarlo en agradar a Aquel que verdaderamente es capaz de suplir las necesidades del cuerpo, del alma y del espíritu.
Además de esas cosas, todo es ilusorio y correr tras el viento.
“Y de todo cuanto mis ojos deseaban, nada les negué, ni privé a mi corazón de ningún placer, porque mi corazón gozaba de todo mi trabajo, y esta fue la recompensa de toda mi labor.Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñado, y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol. (…)Porque en los muchos sueños y en las muchas palabras hay vanidades; tú, sin embargo, teme a Dios.” Eclesiastés 2:10-11; 5:7
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