Ante una situación difícil, hay personas que se hacen las víctimas y buscan que los demás se conmuevan ante su problema. En ese caso, las excusas funcionan como muletas, porque usted no logra avanzar como debiera.
¿Qué esfuerzo hay que hacer para poner excusas? Ninguno, las excusas nos ponen en una zona de confort, de donde la única forma de salir es despojándose de esas muletas, empezando a usar la fe.
Cuando Josué estaba delante de las murallas de Jericó, Dios le dio una solución muy fácil para su problema. El pueblo simplemente tuvo que rodearlas, tocar las trompetas y gritar. Gedeón, por ejemplo, debía enfrentar un ejército de 135 mil hombres con un grupo de apenas 300 personas. Pero como Dios simplifica las cosas, lo que Gedeón tuvo que hacer fue tomar antorchas y meterlas dentro de cántaros de barro. Cuando las vasijas se rompieron, los enemigos se asustaron y se mataron unos a otros. Si ellos hubieran puesto excusas, la historia hubiera sido otra.
Por eso, solo hay una forma de resolver los problemas, y no es poniendo excusas, es usando la fe. Y la fe está condicionada a la obediencia. Era ridículo tocar trompetas ante una muralla o llevar antorchas contra un ejército, pero como ellos obedecieron, Dios actuó.
Recuerde que Dios se mueve por la fe, no por la lástima, cada vez que usted pone una excusa, hace más profundo el pozo en el que se encuentra.
Ellos derribaron sus murallas
Matías: “Tenía un juicio para cobrar por un accidente en mi pierna derecha. En un principio me dijeron que tenía que cobrarlo en ocho meses, pero estuve luchando por eso durante dos años. Vine al Congreso para el Progreso, empecé a luchar y determiné que iba a cobrarlo. Gracias a Dios ya está disponible para el cobro”.
Mercedes: “Mi hijo había pedido un préstamo para sacar adelante su negocio pero por diferentes motivos no lo pudo pagar. Yo me indigné con la situación, porque había llegado una carta de remate a la casa de mi hijo. Era una deuda de un millón de pesos. Usé mi fe, hice un desafío con Dios y Él me respondió. Logramos pagar y se evitó el remate”.
María: “Me iban a desalojar porque no podía pagar el alquiler, mi marido estaba desempleado y teníamos muchas deudas. Dependíamos de los familiares para comer. Conocí el Congreso para el Progreso, perseveré y hoy tengo mi auto, mi marido está terminando de pagar su camión, tengo mi negocio de venta de ropa y voy por mucho más”.
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