LEA CON ATENCIÓN, SOY UNA EXPASTORA:
Frente al suicidio de dos pastores durante los últimos días, tengo que contar mi testimonio públicamente. Hago esto no con la intención de colocar duda en usted o alterar su fe.
Sino que hago esto por amor a vidas. No les tengo miedo a la exposición ni a las críticas, necesito hablar. No puedo, delante del Espíritu de la Verdad, esconder lo que Él hizo conmigo esta semana.
Soy cristiana hace 12 años, me convertí en el año 2006. Los años transcurrieron y pasé por muchas cosas que dejaron a mi fe en conflicto.
Siendo así, por “revelación de Dios”, resolví ingresar en un curso de teología y formación pastoral, de una institución seria, que nada tiene que ver con el problema que yo tenía (dejo eso bien claro). Sin saberlo, yo no estaba debidamente liberada y estaba yendo a grandes pasos hacia la perdición total.
Creía que era un desierto, una prueba o cosas de ese tipo, según me habían enseñado.
Pero, con el tiempo, me di cuenta de que era algo serio, algo que para muchos es una tontería o falta de fe. Era una depresión severa, con fuertes deseos de suicidio.
Hasta hace algunos días atrás, me acometía constantemente ese deseo de morir.
Conocí la fe de la Iglesia Universal hace 4 años, ya siendo pastora, y me sorprendí cuando en una reunión manifesté un demonio. Mi consciencia estaba lejos, mi cuerpo temblaba y se estremecía (estremecimiento muy semejante al pentecostal), sentía mi cuerpo quemándose y babeaba, bufaba, sintiendo un odio muy grande.
Literalmente, no controlaba a mi cuerpo.
Acabada aquella situación, me vi en el Altar de Dios siendo entrevistada por un obispo sin saber el porqué de todo eso.
No sabía que la verdad había sido revelada, que el demonio se había manifestado en lenguas (sí, en lenguas), y lo peor, que lo que me usaba no era el Espíritu Santo, sino un espíritu engañador. Yo no tenía el sello de Dios como había creído que tenía y estaba orando por personas endemoniadas y esos demonios estaban entrando en mi vida. Eran miles de demonios actuando en mi cuerpo destruyéndome, espiritualmente, físicamente y materialmente en todas las áreas.
La voz en mi mente, que me comandaba todo el tiempo en las mencionadas revelaciones, me decía que yo estaba en una tierra de herejías, y que ellos estaban colocando demonios en mí.
Yo había comprado esa mentira del infierno.
Abandoné la Universal y continué “predicando”.
Ese fue el mayor error de mi vida. Gradualmente, mientras oraba por las personas y predicaba, mi vida iba siendo destruida de manera tan fuerte que todo se había cerrado. Había perdido todo, y lo principal, mi dignidad.
Hasta que un día, ya alejada de todo lo que se refería a la Universal, estaba en casa. Cuando, sentada frente a mi computadora, escribiendo una palabra más en mi página de prédicas, sentí un deseo enorme de ir a la Universal. Era un sábado.
No me resistí y fui. Cuando llegué, sola, era una reunión de rescate y el pastor que estaba allí llamó al frente a todos los que habían traído a un invitado, yo había sido llevada por el Propio Dios (hoy sé eso), y pasé sola.
Cuando la obrera oró, vino nuevamente la manifestación diabólica.
Pasó una película por mi cabeza, y entonces la indignación entró en mi corazón contra aquellos espíritus inmundos y engañadores. Decidí arrancar toda duda y aceptar la verdadera fe en Dios.
La endemoniada era yo, y no eran los obreros y pastores los que estaban colocando demonios en mí. ¡Todo quedó claro!
¡Vino la Hoguera Santa y me lancé con todo!
Y aquí estoy yo, libre del deseo de muerte, buscando al Espíritu de Dios. Largué mi ministerio, comencé desde cero, en la humildad y en la certeza de que, primero, tenemos que tener estructura y al verdadero Espíritu Santo para hacer Su obra.
Y segundo, MUCHO CORAGE PARA ADMITIR nuestras fallas, orgullo, ego. Para que no seamos víctimas de suicidio.
Yo sentí en la piel lo que piensa un suicida. Y, sinceramente, si no hubiera sido por mis pastores y obreros, no estaría viva aquí escribiéndoles.
Créalo, ¡yo no iba a pasar de este año!
No morí, únicamente por mi sinceridad y humildad para con Dios.
Nadie me pagó para manifestar nada, si me hubiesen pagado sería rica…pero viví en la miseria todos estos años, comiendo desesperadamente para destruirme, había engordado 40 kilos y era rechazada por todos, porque yo había rechazado esa verdad y había dejado que la duda me dominara.
Entonces mis amigos pastores… que me leen en este momento y todavía se resisten, aceptando el sufrimiento como prueba divina o algo así, sean sinceros, queridos: ¿¿De qué sirve ganar el mundo entero y perder su alma??
No jueguen con el diablo, el título no salva a nadie.
¡Dios los bendiga!
Colaboró: Expastora Ana Claudia Mendes