¿Ya convivió con una persona que está desanimada? Es difícil sentirse motivado al lado de una persona sin ánimo, que critica todo, se queja o no está de acuerdo. Todo lo contrario sucede si está junto a una persona llena de entusiasmo. Probablemente vio la vida con otros ojos e instantáneamente se sintió contagiado.
Sepa que la palabra “desánimo” significa “sin espíritu” o “sin vida” (des-, del latín negación, y ánima, del latín, alma), mientras que “entusiasmo” proviene del latín enthousiasmus (inspiración divina). Seguramente ya se dio cuenta de que el éxito es de quienes están entusiasmados.
Es importante saber que tanto el desánimo como el entusiasmo se originan en la mente, en la forma en la que reaccionamos ante algunas situaciones. Por ejemplo, cuando le sucede algo malo, ¿cuál es su primera reacción? ¿Cree que ya está todo perdido o busca otra forma de resolver el problema? Si se desanima ante problemas pequeños, también lo hará ante los grandes. Si muestra entusiasmo en lo pequeño, también surgirá ante cosas grandes.
Al contrario de lo que muchos piensan, entusiasmo no es optimismo. Mientras el optimista hace fuerza para que las cosas le salgan bien, quien tiene entusiasmo cree que tiene la capacidad de cambiar cualquier situación, de vencer cualquier obstáculo.
El entusiasmo es una actitud que es capaz de motivar a un equipo de trabajo, a su familia, a todos los que le rodean, por eso, para alimentar su entusiasmo y matar al desánimo, es necesario tener nuevas actitudes, aspiraciones, esfuerzos y, principalmente, una nueva visión. Obtenga todo eso y mucho más este lunes en el Congreso para el Progreso, a las 16 o 20 h en Av. Corrientes 4070.
El Congreso para el Progreso funciona
Héctor: “La empresa en la que trabajaba me despidió y me pagó todo lo que me correspondía. En el Congreso para el Progreso usé la fe y conseguí un trabajo mejor, con un sueldo mayor. Además, parte de lo que cobré lo invertí en acciones y gracias a Dios, en un año pude duplicar el capital invertido. Arreglé mi casa, la equipé con lo mejor y cambié el auto por un 0 km”.
Sofía: “Mi vida económica estaba prácticamente muerta. Tenía deudas, estaba desempleada, llegué a pasar hambre, a sentir dolor por no tener qué comer. Querían echarnos de la casa en la que estábamos. Gracias a Dios, conocí el Congreso para el Progreso y, paso a paso, la situación cambió. Hoy tengo una vida transformada, logré un trabajo fijo, una distribuidora de condimentos, una camioneta y mi propia casa”.
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