Muchas veces es difícil cambiar porque nos acostumbramos a las personas, a las cosas que tenemos y a las situaciones del día a día. Entonces, cuando llega la hora del cambio, sentimos que no estamos preparados para recibir lo nuevo. Es en ese momento que debemos intentar desapegarnos. No en el sentido de perder el interés o el afecto por algo, sino en el sentido de lograr terminar una cosa para comenzar otra nueva. Lidiar con el desapego es saber que algo no nos pertenece más y entender que la vida es un intercambio de experiencias, una renovación cada vez que pensamos que es necesario.
¿Cuántas veces usted ordenó su armario, pero siguió con la misma ropa y accesorios dispuestos en lugares diferentes? ¿Cuántas veces, usted ya limpio el estante de muñecas o libros y pensó en compartir ese objeto, que un día le hizo compañía y le trajo un mundo lleno de felicidad, pero no lo hizo?
Lo que ahora es algo más dentro de casa puede ser mucho más útil para otra persona. Lo antiguo puede atarnos al pasado. Y, juntar cosas nunca es bueno. Recordar sí, los buenos recuerdos hacen bien, sin embargo, la memoria se encarga de eso, no necesitamos algo material para remitirnos a lo que pasó y fue bueno. Situaciones muy simples pueden favorecer el desapego.
¿Qué necesita un cambio en su vida? Metafóricamente, piense en eso como si fuera un armario. ¿Qué fue parte de su vida un día y ahora puede compartir con un amigo, con alguien que usted no conoce todavía o con el mundo? Entregue lo que no usa más, lleve cosas nuevas a su vida y recibirá lo nuevo como recompensa, de otra persona que también estará compartiendo, como usted, la misma idea del desapego.