Mucho más que un gran baúl revestido de oro, el Arca de la Alianza era el mobiliario sagrado responsable por almacenar tres ítems importantes para el pueblo de Israel: las Tablas de los Diez Mandamientos, la Vara de Aarón que floreció y fructificó y un recipiente con un poco del Maná.
Esos objetos representaban los momentos significativos de la relación de Dios con el pueblo de Israel, recordando los extraordinarios milagros realizados durante la peregrinación de 40 años en el desierto.
Las Tablas de la Ley fueron entregadas a Moisés, en el Monte Sinaí, para servir como la base de la relación que Él deseaba tener con esas personas. Libres de la esclavitud, el pueblo necesitaba orientación para seguir su travesía hacia la Tierra Prometida.
El Maná – una especie de pan enviado desde los cielos – recordaba la fidelidad de Dios, que no permitió que el pueblo muriera de hambre en un período de gran escases.
Y la Vara de Aarón que floreció significaba que Dios le había dado autoridad sobre la tribu de los levitas. En ese período, Aarón y Moisés sufrían con críticas del pueblo que cuestionaba la elección de Aarón.
Tratamiento especial
Cuando el Tabernáculo era montado y desmontado, el Arca era conducida de forma especial y cargada solo por los sacerdotes. Una persona común no podía tocarla.
El Arca de la Alianza fue el único utensilio transferido directamente del Tabernáculo hacia el templo construido por Salomón. Quedaba dispuesta en el reservado Lugar Santísimo (Santos de los Santos) y era tan especial que solo los sumos sacerdotes podían verla. El tamaño y la forma fueron determinados por Dios, quien le instruyó a Moisés sobre todos los detalles necesarios en la construcción del notable objeto.
Fue hecha de madera de acacia, revestida de oro por dentro y por fuera, y cubierta por el Propiciatorio, una única pieza de oro puro, con querubines en sus dos extremidades. Entres los querubines, Dios hablaba con el sumo sacerdote sobre Sus directrices (Éxodo 25:10-22).
Como objeto sagrado que cargaba la Gloria del pueblo de Israel, el Arca de la Alianza era también el objetivo de los pueblos enemigos que intentaron robarla y destruirla varias veces. Hasta hoy no se sabe bien su paradero, pues no fueron encontrados vestigios después de la destrucción del Templo de Jerusalén por los babilonios. Se cree que, previendo la destrucción que sucedería en el Templo, los israelitas la hayan escondido.
El Templo de Salomón, que en breve será inaugurado en el barrio de Brás, en São Paulo, también tendrá una reproducción del Arca de la Alianza. Esta aparecerá tallada en la pared del altar, en una fusión con la pared del bautisterio, y será revestida de oro. El tamaño será mucho mayor que el original descripto en la Biblia en Éxodo 25:10.
No quedará en un lugar restringido, como sucedió con el Arca original, y los visitantes tendrán la oportunidad de contemplarla.
En el momento de la muerte de Jesús, el velo del santuario que separaba el Lugar Santísimo de los demás espacios del Templo se rasgó y todos pasaron a tener libre acceso a la presencia de Dios. “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron.” (Mateo 27:51)
Delante del Altar del Templo de Salomón, los visitantes tendrán la oportunidad de acercarse a la presencia de Dios. En la pileta del bautisterio, podrán firmar un compromiso de comunión con Él. Sus mandamientos, Sus promesas, Sus provisiones, Su cuidado y misericordia eterna estarán presentes dentro de aquellos que Lo buscan y firman un compromiso con Él.
En los días de hoy, sabemos que la verdadera Alianza entre Dios y el ser humano no es hecha por objetos. Todos somos templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19), si que Lo aceptamos como nuestro Señor, por intermedio de Jesucristo. Al firmar esa alianza con el Altísimo, su vida será transformada.
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