“Cierto día, durante una discusión con mi marido – el motivo era tan insignificante que ni me acuerdo de qué se trataba –, me enojé tanto que llené un vaso de agua y se lo tiré”; recuerda Eliana Claudio Torno, dentista, de 57 años. Ella cuenta que durante toda la adolescencia hasta que se casó no sabía lidiar con la intolerancia y con la impaciencia.
Su irritación comenzó en la infancia. “Crecí en un hogar lleno de peleas y eso me afectó emocionalmente. Cuando no era oída ni comprendida por mis padres, me enojaba”, afirma. Los años pasaron y ella reaccionaba cada vez peor, frente a los problemas que aparecían día tras día.
“Cuando entré en la menopausia, a los 46 años, la situación se agravó. Yo era intolerante al punto de descargar en mi marido toda mi irritación. Si un trabajo profesional no salía como esperaba, me enojaba tanto que pensaba hasta en desistir de la carrera”, recuerda.
Según la psicóloga Sueli Castillo, los cambios hormonales pueden incluso generar una irritación mayor en el sexo femenino. “Las hormonas provocan la oscilación del humor femenino entre un día y otro. Interfieren tanto en los síntomas de tensión premenstrual (TPM) como en la menopausia. Es necesario prestarles atención a esos efectos y buscar a un médico si fuera necesario”, explica.
Eliana buscó a un endocrinólogo, pero lo que la hizo mejorar fue otra cosa. “El desgaste emocional me causaba mucho sufrimiento y, hace un año, después de sufrir un secuestro relámpago, vi cuán frágil es la vida y me di cuenta de que mi intolerancia estaba afectando a todos a mi alrededor. Entendí que no valía la pena actuar de esa forma, ya que estaba perjudicando a las personas que amo y a mí misma”, cuenta, emocionada.
Desde ese día en adelante, decidió cambiar y comenzó por su interior. “No fue fácil, estoy aprendiendo a lidiar con mi intolerancia, reflexionando sobre mí misma, sobre mi madurez, mi autocontrol y mi fe. Todo eso me permite mirar a los problemas de otra forma”, se enorgullece la dentista.
Actualmente, cuando una situación la irrita, recurre a algunas técnicas. “Me quedo callada hasta que me calmo y después busco conversar de una manera racional para resolver la situación. Me resulta excelente para mi salud física y emocional”, concluye.
Cuando la irritación pasa del límite
Érica dos Santos, periodista de 26 años, también sintió en la piel el poder de la intolerancia. Ella comentó que todos tenían que aceptar su personalidad y opiniones para mantenerse calma. Si alguien discordaba con ella, “se venía la casa abajo”. “Yo me enojaba por todo y con todos: con mi madre, en el trabajo, en la facultad y principalmente con mi hermana mayor”, relata.
Érica no contenía su ira ni siquiera con extraños. “Lo que más me enojaba era cuando iba caminando por la calle y las personas se quedaban mirándome. Mi cabello llamaba mucho la atención y, cuando yo veía que me miraban, las enfrentaba preguntándoles qué problema tenían. Yo era muy pedante y arrogante”, cuenta Érica.
Todo cambió cuando se dio cuenta de que se estaba perjudicando a sí misma y en medio a esa tristeza, descubrió algo escondido: su fe. “Cuando tuve un encuentro con Dios, todo cambió. Comencé a mirar a las personas de otra manera y empecé a ponerme en su lugar. De esa forma comencé a ejercitar mi paciencia y, consecuentemente, la comprensión”, dijo la joven.
Descubriendo la raíz del problema
La psicóloga explica que el ser humano tiende a ser intolerante cuando los sentimientos negativos y opresores dominan la mente, entonces se vuelve necesario buscar el porqué de ese enojo. “Cuando se busca el motivo de las cosas, la solución siempre se acerca. ¿Por qué ese hecho me irrita? ¿Por qué esa persona me irrita? ¿Por qué ese lugar me irrita? Son preguntas simples, pero es necesario salir de la respuesta inmediata que es atribuir nuestra reacción al hecho de que alguien haya hecho esto o aquello. Buscar en sí mismo la respuesta siempre es el mejor camino para mejorar”, enseña. Además, afirma que la irritación debe ser transformada por medio de la actitud de lidiar positivamente consigo mismo.
¿Usted cree que se irrita fácilmente? ¿Ya contó cuántas veces se puso nerviosa sin un motivo aparente? ¿Cuántas veces usted se enoja en medio del tránsito? ¿Ha sido usted impaciente con su marido? ¿Ha descargado sus frustraciones en alguien? ¿Cuál es la causa de su irritación? Líbrese, no deje que termine con su buen humor. La falta de paciencia puede comprometer su bienestar.
Encuentre la fuente de su irritación y aprenda a controlarla.
*Identifique la fuente de su irritación;
*Busque salir del pensamiento repetitivo;
*Intente relajar su cuerpo y mente durante unos minutos;
*Tome un baño tibio y relajante;
*Cuide su apariencia;
*Haga ejercicios físicos;
*Haga algo que le de placer como escuchar música, leer, bailar;
*Adopte una dieta alimentaria saludable;
*Busque controlar la impulsividad al hablar, al comer, o al hacer compras;
*No se resista a buscar ayuda cuando este cuadro no disminuya la intensidad. El intolerante siempre está solo.
Fuente: Sueli Castillo, psicóloga
[related_posts limit=”7″]