Mónica y Nicolás encontraron la solución para su matrimonio en la Universal, descubra el poder de la fe para salvar a la familia. “Mis problemas familiares empezaron en mi infancia porque mi papá era alcohólico y le pegaba a mi mamá. Tras la muerte de mi padre y la internación de mi madre a mí y a mis hermanos nos separaron. Un familiar abusó de mí durante cinco años y me amenazaba para que no dijera nada. Buscando escaparme de ese infierno a los quince años conocí a mi esposo y nos casamos”, relata Mónica.
Nicolás, por su parte destaca: “Mi infancia fue dura, vivíamos en el campo y no teníamos manera de subsistir. Viajamos a Buenos Aires porque mi papá estaba enfermo y para buscar algo mejor. Empecé a beber alcohol desde chico y fumaba cuatro paquetes de cigarrillos por día aunque tenía asma”.
Mónica a los 18 años empezó a fumar, después siguió con la cerveza, “una vez que la probé no pude parar de consumirla, aunque había prometido no tomar como lo hizo mi papá. Con mi esposo siempre discutíamos porque los dos tomábamos y nuestras familias se metían mucho en nuestro matrimonio, por esa razón estuvimos a punto de separarnos. Además de los problemas entre nosotros, mi hija empezó con hemorragias en la nariz y los médicos no le encontraba nada. Le hicieron estudios y le dijeron que la sangre no le coagulaba bien”.
Mónica llegó a la Universal buscando ayuda porque la situación era insostenible. “A mi marido le agarró un ataque mientras dormía y le quedó un brazo paralizado durante mucho tiempo. Los médicos no sabían qué tenía. Nuestra economía estaba muy mal porque él quedó desempleado, no teníamos ni para darle de comer a nuestros hijos. Una noche en la televisión vimos la programación de la iglesia y decidí ir para ver si era verdad lo que decían.
Mi marido se había ido de la casa y yo había intentado suicidarme tres veces, la primera vez me quise tirar del balcón, una noche me quise clavar una cuchilla en el pecho, otra vez salí a caminar con mis hijos y angustiada quise matarme con ellos tirándome en las vías del tren. El pastor me orientó que lo buscara y arreglara las cosas con él, entonces dejé el orgullo de lado y fui a buscarlo. Desde ese momento no nos separamos más.
No fue fácil liberarme, encima mi marido no quería que fuera, pero luego de perseverar en la iglesia y luchar por él un día decidió participar conmigo. Fue un domingo que no puedo olvidar, volvió muy contento de la iglesia”.
“El primer día que llegué a la iglesia salí transformado. Sentí mucha alegría. Había visto el cambio en mi esposa y en mis hijos, así que yo también decidí cambiar”, afirma Nicolás.
“Hoy tenemos un matrimonio bendecido, no tomamos más alcohol, mi hija se sanó, a ella le habían dicho los médico que debido al problema de salud no iba a poder tener hijos y hoy es mamá”, finaliza Mónica sonriendo.
[related_posts limit=”17″]