Mi nombre es Bethzaida y desde los 3 años de edad fui abusada sexualmente por parientes y conocidos de mi familia, eso me causó un gran trauma psicológico. Mi padre era alcohólico y, más allá de llevarme a los bares, me daba bebidas alcohólicas. Este fue mi primer vicio.
A los quince años quedé embarazada y fui madre a los 16 años. Tuve que abandonar la escuela y, por no tener condiciones económicas para criar a mi hija, comencé a trabajar en una discoteca como bailarina. Estuve en ese lugar de trabajo durante 6 años, allá me involucré con drogas como: éxtasis, ácido y más bebidas alcohólicas, y las consumía todos los días para prostituirme y ganar dinero.
Después de un tiempo, quedé embarazada otra vez y aborté. Conocí a otro hombre y quedé embarazada nuevamente, entonces tuve a mi segundo hijo. Pero ese muchacho me dejó por otra mujer, entonces me hice una cirugía plástica para mejorar mi cuerpo, fue cuando tuve una infección y casi morí. Me dieron comprimidos de morfina (heroína sintética), y así me volví adicta a la heroína, a la cocaína y a la metanfetamina.
Por eso, terminé cayendo presa por traficar una gran cantidad de comprimidos de morfina. Estuve encarcelada durante 5 años, gastando en abogados para no ser condenada a 15 años.
Perdí la custodia de mi hijo y me hundí en el submundo del crack, de la marihuana y de los hongos durante 10 años. Después comencé a trabajar para un proxeneta que me mandaba a vender mi cuerpo a cambio de drogas. Llegué a prostituirme por 3 dólares o solamente a cambio de drogas. Él ganaba dinero con la prostitución y me daba drogas.
En total, fueron más de 20 años de sufrimiento, hasta que un día un grupo de la Iglesia Universal golpeó a la puerta de mi casa y me invitó a buscar al Dios Vivo. Entonces, fui a la Iglesia y llegué con tanta sed que, ya en el primer día, Le entregué mi vida al Señor Jesús y me bauticé en las aguas. Y así comenzó mi proceso de liberación. Participando de la reunión, manifesté con demonios y, después de la oración de liberación, el obispo hizo un desafío diciendo que si yo no resultaba liberada, él iba a dejar de hacer lo que hacía e iba a salir a vender bananas por las calles. Tomé la decisión y Dios me dio fuerzas para luchar, hice las cadenas de liberación y seguí perseverando. De repente, comencé a sentir asco de las drogas y las abandoné.
Hoy estoy completamente libre de todos los vicios y puedo decir que existe la cura para todos ellos.
¡Gracias a Dios!
Bethzaida – Fort Lauderdale – Estados Unidos